Saben ustedes aquel que dice… Que en aquella época en la que la Guardia Civil vigilaba heroicamente las carreteras y caminos rurales en bicicleta, al final de la jornada la pareja se presentó en el cuartel sin haber puesto ni una sola multa. En consecuencia, el cabo les mandó que volvieran al tajo y que no regresaran de vacío. Así es que los dos buenos guardias se apostaron en una curva estratégica, pero caían las horas de la noche y por allí no pasaba nadie. Y, por fin, una lucecita a lo lejos. Era el Señor Ambrosio que como los guardias también se desplazaba en bicicleta.

—¡Alto, alto! ¡Guardia Civil! A ver el permiso del Ayuntamiento para circular…

—Aquí está.

—Y ahora esto, lo otro y lo demás allá…

—Lo traigo todo encima. Está todo en orden

—¿Y el carnet de identidad?

—También lo llevo en la chaqueta… —Pero al sacar la cartera para enseñarlo, asomó por sus bordes un billete de 25 de pesetas. Fue entonces cuando se le iluminó la cara a una de los guardias, porque por fin iban a cumplir con el cabo, por lo que exclamó:

—Vaya, vaya, Señor Ambrosio… Con que en tiempo de veda y ahorrando para una escopeta de caza…

Ya no existe la Vendée, ciudadanos republicanos. Ha muerto bajo nuestros sables".

Pues exactamente eso es lo que les ha pasado a mis buenos amigos los sacerdotes de la Sacristía de La Vendée; y en este caso la pareja sancionadora nada tiene de benemérita, pues se trata del dúo tóxico Zipi y Zape digital, a coro con la del taco con toca y bufanda roja y con todas sus mascotas, los perritos de la pradera, que como es sabido son animales mamones, digo mamíferos, emparentados con las marmotas, toda una pandilla que les tenían unas ganas a los curas de la Sacristía de la Vendée…, que para que te quiero Andrés. Por lo visto, el pecado cometido es que les han pillado rezando por la salvación del Papa Francisco antes de tiempo. Vamos, para mí, que se trata todavía de un delito de bastante menor cuantía que el de ahorrar para una escopeta de caza en tiempo de veda.

Pero el resultado, en definitiva, es que han aventado su odio contra la sana doctrina y las ha corroído la envidia por los muchos miles de seguidores que tiene la Sacristía de la Vendée, y el dúo tóxico Zipi y Zape digital y la del taco con toca y bufanda roja han manipulado la información para facilitar que los perritos de la pradera puedan suscribir al pie de la letra el mismo mensaje que en la Guerra  de la Vendée (1793-1796) envió el general Westermann  al Comité de Salvación Pública:

“Ya no existe la Vendée, ciudadanos republicanos. Ha muerto bajo nuestros sables. Acabo de enterrarla en las marismas y en los bosques de Savenay. Siguiendo las órdenes que me habéis dado, aplasté a los niños bajo los cascos de los caballos, exterminé a las mujeres, y por lo menos estas no parirán más bandidos. No tengo ningún prisionero que reprocharme. Todo lo he exterminado”.

Y por aquello de que nos hemos adentrado en dominios clericales, les diré que yo “me he sentido interpelado”, por hacer uso de una expresión cursi frecuente en los ámbitos clericales, ante esta carga contra los vandeanos por parte de  los azules, “les bleus”, que así es como se referían a los soldados del ejército de la República Francesa por el color sus casacas; digo esto por si  algún perrito de la pradera, ignorantes como son estos animalitos hasta decir basta, pensaba que me refería a los falangistas.

Vamos, para mí, que se trata todavía de un delito de bastante menor cuantía que el de ahorrar para una escopeta de caza en tiempo de veda

En primer lugar, todo este lío me afecta, porque yo formó parte de la Sacristía de la Vendé: tengo el honor de ser un monaguillo de la Sacristía de la Vendée, porque cada mes ejerzo de acolito en la ceremonia de Historia que oficia mi buen amigo, el padre Gabriel Calvo Zarraute. Ya llevamos hechos unos cuantos programas, explicando la Revolución Francesa, pero todavía no hemos llegado al Directorio. Y claro, como esos valientes han aplastado a los niños con los cascos de los caballos y han exterminado a las mujeres para que no paran más, me van a impedir que ejecute al tirano de a Robespierre (1758-1794) y así no llegaremos al Directorio, y no quedaremos instalados en el Terror, que es en este clima en el único que los cobardes saben mandar a los de abajo.

Les confieso que  si hay algo que me repugna en sumo grado es la cobardía. Y los cobardes en este caso se reconocen porque usan distintas varas de medir, para congraciarse con el mundo mundano, cochino y asqueroso. Lamentable espectáculo el que han dado algunos, tomando sales, como damiselas del siglo XVIII, cada vez que los sacerdotes de la Sacristía de la Vendée manifestaban en público el hartazgo que tantos llevamos dentro.

No es valiente el pastor que apalea a las ovejas y sale corriendo como gallinas cuando aparece el lobo. Hay que ser muy cobardes para ejercer el mando con distintas varas de medir. Porque mientras las columnas infernales de los Westermann de nuestros días arrasan la Sacristía de la Vendée, hay curas herejes que emponzoñan  las almas de los fieles desde los púlpitos y hasta desde las televisiones, sin que nadie les diga nada; tampoco han faltado curas que viven su homosexualidad en amancebamiento y uno hasta mercadeando con las drogas en dependencias parroquiales sin que nadie se entere de lo que está pasando hasta que no les detiene la Guardia Civil y salta la noticia en los periódicos; y son legión, como los endemoniados de Gerasa, los clérigos que nos imponen dictatorialmente a los laicos una liturgia trufada de sus ocurrencias macarras, en nombre de la espontaneidad, o mejor dicho de su chata espontaneidad, porque resulta que con tanta espontaneidad e iniciativa todos estos conculcan las normas litúrgicas del mismo modo ovejuno, y a estos tampoco se les llama a capítulo.

No es valiente el pastor que apalea a las ovejas y sale corriendo como gallinas cuando aparece el lobo

Y se equivocaría quien pensase que todo esto es una guerra entre dos bandos, progres contra carcas, porque aquí sí que no hay dos sin tres. No, los verdaderos enemigos de lo que representa la Sacristía de la Vendée no son los progres desorejados, sino los de la tercera vía, los clérigos moderaditos instalados en el sistema; los que nos cerraron las iglesias durante la pandemia, cuando alguno llegó a escribir todo orgulloso que para que no apareciéramos por las iglesias había adoptado tales medidas, que había llegado más lejos incluso que lo establecido por el Gobierno; los que para no molestar a los que mandan se refieren a los que murieron a manos de los socialistas y los comunistas en la Segunda República y la Guerra Civil como "mártires del siglo XX", adelántandose con esta denominación a manipular el pasado según la pauta de la totalitaria ley de la memoria democrática; los que han provocado una primavera de la iglesia sin flores y por lo tanto sin frutos, en la que se vacían los seminarios y se cierran los conventos; los que en definitiva "van por el camino de la perdición y llevan tras de sí a muchas almas", como se dijo en unos de los mensajes de Garabandal hace sesenta años y a lo mejor es por esto por lo que se niegan a investigar de verdad estas apariciones, no vaya a ser que las tengan que aprobar y entonces se publique el cuadro oficial de los cobardes.

Y para no acabar este artículo con un  párrafo negativo, como un vandeano más, hoy con más fuerza que nunca grito: ¡Viva Cristo Rey y los buenos curas!

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá