Ramiro Maetzu conocía bien el anarquismo, por eso se hizo cristiano
Tal día como hoy, el 29 de octubre de 1936 fue asesinado Ramiro de Maeztu, un intelectual perteneciente a la Generación del 98. Había sido detenido tres meses antes y el ABC, incautado por el Frente Popular, informó en los siguientes términos en la página 23 del día 2 de agosto de 1936:
“La noticia de la detención de Ramiro de Maeztu la titula un querido colega: “Un escritor detenido”.
¿Escritor Ramirete…?
¡A cualquier cosa le llaman chocolate las patronas!
Como la noticia no la firma nadie, habrá que adjudicar a quién estaba al frente del nuevo ABC republicano la responsabilidad de referirse con tanto desprecio a un autor, que en 1936 ya tenía publicada una obra importantísima y que había ingresado en 1932 como académico de número en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y en 1935 en la Real Academia Española de la Lengua. Ramiro de Maeztu alcanzó todas estas metas siendo un autodidacta; lo aprendió todo en los libros. Su viuda, al concluir la Guerra Civil, denunció que le habían robado todas las pertenencias de su casa, entre ellas la biblioteca de su marido, que según declaró tenía de 6.000 a 8.000 volúmenes.
Además de incautar el ABC, a los republicanos aún les dio tiempo para asesinar al subdirector del ABC, Alfonso R. Santamaría, al secretario del Consejo de Administración, José Fernández Cancela; el secretario del director Alfredo Miralles; al jefe del taller de encuadernación, Alfredo González y al redactor jefe, Julio Duque
Pues bien, al comienzo de la Guerra Civil, el 20 de julio de 1936, un grupo de milicianos asaltó la sede del periódico ABC, y el edificio quedó bajo la dirección de Ramón Lamoneda Fernández (1892-1971), un socialista que en 1938 llegó a ser nada menos que secretario general del PSOE.
Ahora bien, el contraste entre el currículum de Ramiro de Maeztu y el de Ramón Lamoneda Fernández es muy notable, porque todos los méritos de este último se reducen a ser tipógrafo. Ramón Lamoneda Fernández había nacido en Jaén y con doce años se trasladó a Madrid, donde trabajó de aprendiz en una imprenta. En 1908 comenzó su ascendente carrera política, porque ese año entró en la Escuela de Aprendices de la Asociación General del Arte de Imprimir de la UGT y poco después en las Juventudes Socialistas de Madrid. El 22 de febrero de 1909 ingresó en la Asociación General del Arte de Imprimir (AGAI), que Pablo Iglesias presidió en 1874.
El diario ABC quedó a cargo del tipógrafo Ramón Lamoneda, quien llegó a ser secretario general del PSOE
La fundación Pablo Iglesias al día de hoy, en su página, presenta la AGAI con estas palabras: “Rodeado de una serie de importantes compañeros, como Antonio García Quejido y Matías Gómez Latorre, Iglesias ocupó el puesto [de presidente] hasta enero de 1885, haciendo de la sociedad la cuna del movimiento obrero y del Partido Socialista, pues de ella salieron los publicistas que, con su pluma y su palabra, propagaron y extendieron sus organizaciones política y sindical”.
Y realmente así fue en el caso de Ramón Lamoneda Fernández, porque ingresar en la AGAI y adquirir su carrera política una velocidad supersónica fue todo uno. Desde entonces le llovieron los cargos políticos al tipógrafo, entre otros el de diputado en 1933. El PSOE le presentó por Madrid y por Granada, por si fallaba en una de las dos circunscripciones, pero salió elegido por las dos y renunció al escaño por Madrid. En esta legislatura fue propuesto por el PSOE como secretario cuarto de la Mesa del Congreso. En consecuencia, por dicho cargo conoció personalmente a Ramiro de Maeztu, que también fue diputado en esa misma legislatura, al ser elegido por Guipúzcoa. Maeztu se había presentado a las elecciones por Renovación Española. Y no deja de ser significativo que sea Ramiro de Maeztu, nacido en Vitoria y diputado por Guipúzcoa, quien haya descrito con tanto tino la esencia de nuestra patria, en ese libro que es todo un clásico titulado Defensa de la Hispanidad.
El anarquista que se enfrentó a Maeztu se adelantó en 30 años a decir lo mismo que la Virgen les dijo a cuatro niñas en Garabandal: a la Eucaristia cada vez se le da menos importancia
Ahora bien, la fundación Pablo Iglesias no dice toda la verdad cuando afirma que la AGAI sirvió de trampolín a los socialistas para abrirse paso en la política por medio de “la pluma y la palabra”, lo que no deja de ser una artimaña propagandística para que nos creamos que el PSOE ha sido y sigue siendo un partido dialogante, un partido de progreso.
No, esa no es toda la verdad. Algún instrumento más que la “pluma y la palabra” debió utilizar el socialista Ramón Lamoneda Fernández, porque tras la incautación del ABC, en ese periódico hubo más que palabras. Los hechos son tozudos, y en este caso también son criminalmente sangrientos. El subdirector del ABC, Alfonso R. Santamaría, fue asesinado. La misma suerte corrieron el secretario del Consejo de Administración, José Fernández Cancela; el secretario del director Alfredo Miralles; el jefe del taller de encuadernación, Alfredo González; y el redactor jefe, Julio Duque.
Y además de liquidar a buena parte de la cúpula directiva del ABC, asesinaron también a redactores y colaboradores del periódico como Andrés Travesí, José Asenjo, Miguel Ruiz, Julián Blanco, Manuel Bueno, Álvaro Alcalá Galiano, Honorio Maura, Víctor Pradera, Rufino Blanco, José Polo Benito, Federico Santander y Ramiro de Maeztu, del que hoy nos ocupamos.
Y como los asesinos que incautaron el ABC no se saciaron con la sangre de todos los anteriores, eliminaron también a los trabajadores de los talleres del ABC porque, como es sabido, entre las rotativas del periódico ABC no había currantes manchados de grasa y tinta, sino una panda de esquiroles y fascistas que se negaron a seguir las consignas socialistas del golpe de Estado de Largo Caballero de 1934, por lo que para escarmiento de los traidores de la clase obrera no hubo más remedio que eliminar a estos 43 trabajadores de los talleres del ABC: Alfredo González del Río, Félix-Mari García, Braulio Linares García, Salvador Fernández Serrano, Pablo Linares García, Hipólito Montoya Alonso, Constantino López Cabrera, Miguel Fermín Imaz, Rafael González Nogueras, José Párraga Hernández, Luis López González, Germán Rodríguez Malasaña, Luis Capí Tallafé, Manuel Rodríguez Sarabia, Juan Martínez Gómez, Amadeo Álvarez Urquíriz, Pedro Rubio Pérez, Aurelio Lasala García, Emilio Mao Carballeda, Eliseo García Basteiro, Enrique García Robles, Mariano Romero Fraguas, Rafael Mondría Merín, Marcelino Soriano Paúl, Amador Arroyaga, Mariano Aguado Hernández, Patricio Oliva Lozano, Antonio Campos García, Pedro Cortecero Vázquez, Juan Iglesias del Val, Luis Coello García, Juan Bonafonte, Manuel Oliva Lozano, Francisco Gallego Sáez, José Sabido Cabezas, Diego Gutiérrez Fernández, Higinio Martín Herrera, Antonio Solá Ruiz, Luis Carbajo Méndez, Cándido Conejero Hernández, José Arias Lorenzo, José García García y Gonzalo Blanco Caro.
Ramiro de Maeztu, apresado por los milicianos, acabó en la cárcel de Ventas, de donde le sacaron para fusilarle en el cementerio de Aravaca el 29 de octubre de 1936. Uno de sus compañeros de prisión, Manuel Gómez Galanne, fue testigo de la conversación que mantuvo con uno de los milicianos que fueron a llevárselo.
Maeztu conocía bien el anarquismo y el marxismo, por eso se convirtió al cristianismo
Manuel Gómez Galanne se quedó tan impresionado de lo que oyó, que años después lo recordaba sin faltar una coma, como así lo recoge un documento de archivo. Reconozco que cuando yo lo leí, también me impresionó, porque pocos documentos he visto que contengan una enseñanza tan certera de la causa de la verdadera crisis de la Iglesia, y además de certera, desgraciadamente, tan actual. Y lo más sorprendente es que quien acertara con el diagnóstico fuera un anarquista. Transcribo la parte de ese documento que se refiere a la Iglesia:
“El señor Maeztu estaba escribiendo un libro que debieron arrebatarle los milicianos. El citado responsable de la FAI que se dice impidió ametrallaran a los presos, mantuvo una gran discusión filosófico-política con Don Ramiro de Maeztu. Dirigiéndose a este señor, le reprochó que habiendo sido un pensador del anarquismo puro de la Escuela Italiana y uno de los mejores comentaristas de Matteotti, Mattei y Orsini, en la actualidad luchará contra ellos. Contestó Don Ramiro de Maeztu que precisamente porque les había conocido muy bien y estudiado sus doctrinas, había adquirido el convencimiento de que tales doctrinas no prevalecerían contra Cristo. A esto opuso el anarquista que cómo podía buscar el señor Maeztu lo espiritual en la religión cristiana, ya que ninguna religión tenía un valor absoluto, como lo prueba históricamente que unas más antiguas y más permanentes, como la judía, carecen de toda virtualidad y otras, que como a la cristiana se invoca como depositaria de lo eterno, cambian sus ritos y aspectos formales con gran frecuencia. Puso como ejemplo de este carácter evolutivo del Cristianismo, que le priva del valor de cosa permanente, las variaciones litúrgicas que ha sufrido el sacramento de la Comunión”.
No pudo estar más clarividente el anarquista en dar con la raíz del problema, y eso que todavía en 1936 no se comulgaba a la remanguillé como ahora. Tan clarividente estuvo, que se adelantó en treinta años a decir lo mismo, que la Virgen les dijo a cuatro niñas en Garabandal: “A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia”. Y a lo mejor resulta que también va ser verdad que cuando esto no se ve o no se quiere ver por parte de quienes por razón de su cargo tienen la gravísima obligación de verlo y remediarlo, es porque pertenecen a ese grupo de los “muchos cardenales, obispos y sacerdotes que van por el camino de la perdición y llevan con ellos a muchas almas”.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá