La izquierda española ha conseguido que la corrupción sea cosa de la derecha, siendo ella mucho más corrupta que la derecha. Para ello, ha seguido la línea del “si pasa no importa y si importa, ¿qué pasa?”. Antes lo llamaban cinismo peor ahora le llaman respeto institucional.

Como decía un anciano de la política española ya fallecido -de derechas-: muchachos, votad siempre a la derecha porque esos ya han robado en lo privado y no llegan al poder para robar. La izquierda sí.

Lo cierto es que la izquierda sociopodemita y nacionalista ha conseguido que si se demuestra que ha metido la mano en la caja su pecado no resulte recurrente. La derecha, desde luego, no lo ha logrado.

A lo mejor es una batalla imposible peor conviene recordar un pequeño error del metalenguaje de la corrupción.

La honradez ni se presume ni se promete: se demuestra. Y sobre todo, en el caso español: la honestidad, como la indecencia, se refiere a lo que ocurre de cintura para abajo; la honradez, como la justicia, de cintura para arriba. Y el que mueve a la raza humana es el triángulo vital, marcado por los tres vértices: el estómago, el bolsillo y obviemos el tercero por evidente y porque hemos sido educados en colegio de pago.

O sea, no sólo el bolsillo, ¿comprenden?