La publicación del IPC de marzo ha vendido precedida por la ligeramente insufrible propaganda de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, uno de nuestros peores ciudadanos. En tierras extremeñas, en otro discurso ligeramente plúmbeo, aseguró que estamos a la cabeza de Europa en la lucha contra la inflación.

Doce horas después, las cifras oficiales, presentadas por los medios públicos con el sano objetivo de hacer bueno al señor presidente, parecían honrar su memoria. La inflación general en España ha bajado hasta el 3,3% pero la subyacente, allá donde el Gobierno puede influir, la que no depende de los mercados internacionales de energía, ni del árabe de la chilaba, está en el 7,5%. Y lo peor, los alimentos subían un 16,5%, en tasa anual. 

Ahora bien, Pedro Sánchez presume de victoria contra una inflación que le derrota continuamente y nos lleva a la ruina. Hay dos inflaciones: la general, que no sabemos cómo va, porque el tope del gas nos ha bajado los precios de la electricidad pero los volverá a subir de nuevo. Y la subyacente, que va fatal. 

Lo que suben son los alimentos y como siempre, nuestros social-comunistas, ensayan soluciones fáciles. Ejemplo, Yolanda Díaz asegura que lo que hay que hacer es presionar a las superficies para que se comprometan a bajar los precios, es decir, a perder margen o a perder dinero. 

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Y aquí me detengo.   

Es cierto que la energía ha hecho subir los precios de los alimentos pero también lo es que, en ciclo largo, se está dando una subida constante de los precios agrícolas, sencillamente porque cada vez se produce menos. En toda Europa, el campo está siendo abandonado mientras los agricultores se aseguran, al menos en situaciones de normalidad, unos precios artificiales gracias a la Política Agraria Común (PAC). Las subvenciones públicas nunca mejoran la vida de la gente pero sí le ayudan a sobrevivir).

En otras palabras, los precios de la comida suben porque cada día producimos menos alimentos. Lo que tenemos que hacer es acabar con la distorsionante PAC y sembrar más. Como en la energía, el gran error del siglo XXI o el ecologismo que nos induce a producir menos para no depredar al planeta mientras diezmamos a la humanidad. 

Pues lo que tenemos que hacer es justo lo contrario: producir más.