Benedicto XVI concretó los cuatro principios no negociables para los políticos católicos, electores y elegidos: vida, familia, libertad y bien común
Decíamos ayer… que los obispos norteamericanos han debatido si hay que prohibirle la comunión a un abortero rabioso, a fuer de pío católico, como es el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. Ya hemos contado que el presidente de la Conferencia Episcopal de EEUU, José Gómez, arzobispo de Los Ángeles y un católico hispano como Dios manda, asegura, con toda razón, que Biden no puede pretender fomentar y financiar el aborto en todo el mundo y, al mismo tiempo, presentarse como un buen católico. Es mucho lo que está en juego, lo que en términos políticos llamaríamos la normalización del escándalo… del escándalo Biden.
El propio Biden, que se siente más importante que el Papa Francisco, ha soltado la chulería de que se trata de “un asunto privado y no creo que vaya a suceder”… que le impidan el sacrilegio de comulgar, se entiende. ¿Privada la comunión, señor Biden? Lo único privado es su conciencia, presidente. La comunión es un acto público y bien público.
Tampoco hay lugar para el debate teológico. La Iglesia debe dar buen ejemplo y no escandalizar al pueblo, que podría pensar que, si a Biden le dejan comulgar, es porque cumple todos los requisitos: estar en gracia de Dios, no haber comido una hora antes de comulgar y saber a quién se recibe.
Es mucho lo que está en juego. Sin coherencia de vida, la doctrina católica se convierte en una coña marinera
Además, el debate teológico entre progres y menos progres en el episcopado norteamericano, no debería existir, dado que la doctrina en este aspecto concretísimo, está muy clara. Lo remachó Benedicto XVI, en el punto 83 de la Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis, de 22 de febrero de 2007. No se pierdan una sílaba del siguiente texto:
“Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas[230]. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. (Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía). Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado.
El asunto Biden. Mejor, el escándalo Biden, no sólo afecta a Estados Unidos, sino a todo el orbe católico
Ni asomo de duda. No hay debate. Los obispos norteamericanos deben prohibir la comunión a Joe Biden hasta que se comporte como un católico coherente y deje de ser… el escándalo Biden.
Además, será un buen ejemplo para el resto del mundo. Si seguimos así, muchos se harán un Magisterio a la carta. Vamos, que harán lo que les venga en gana, al grito de ¿por qué Joe sí y yo no?