- "La tierra ha comenzado a pensar, sentir y amar", dijo Leonardo Boff. Y estaba sobrio.
- La tierra piensa pero, al parecer, los terrícolas no.
- Por eso adoran a la Pachamama.
- Hasta ahora la imbecilidad indígena de Gaia, la diosa tierra se conformaba con lo pintoresco. Con gene como Evo Morales.
- Ahora se ha convertido en un ídolo caprichoso que exige continuos sacrificios.
- Y para disfrazar esta tontuna de científica, la llamamos ecología.
- Pero cuando la ecología se convierte en religión, la sensatez se convierte en pecado.
Lectores de Hispanidad se revuelven contra nuestras críticas a las
energías verdes.
Que no sé si son verdes pero son carísimas. Hasta ahora la cosa se había mantenido dentro de los límites del
finísimo debate económico, del decoro expositivo, pero desde que la ecología se convirtió en ciencia y el planeta tierra en ídolo,
la cosa ha pasado al insulto, la injuria y la pasión. Algunos nos tildan de oligofrénicos por no habernos rendido al nuevo credo. Otros aseguran que somos nosotros los que estamos destrozando la
creación de Dios (que no de Pachamama). Percibo un pelín de historia, también cuando se refleja la evidencia:
las energías renovables son carísimas.
Pero la cosa se lía más cuando el planeta tierra se convierte no en creado, sino en creador.
Entonces hemos pasado de la ciencia que no lo era a la religión que se convierte en idolatría.
Lo dicho: cuando la ecología se convierte en religión,
la sensatez se convierte en pecado. ¿Que no es tanto como una religión? Escuchen al ínclito
Leonardo Boff: "
El universo es autoconsciente, tiene propósito". Sí, no hay erratas. Y la cosa no queda así: "
La tierra ha comenzado a pensar, sentir y amar". Y Boff, ejerciendo de teólogo, nos informa.
Dios trinitario debe entenderse como la gran energía fundamental. A ser posible de placas solares. Y el sumo sacerdote del nuevo credo debe ser
James Cameron.
La chifladura crece. Porque el pobre planeta está tan agobiado que
los nuevos fieles, un pelín histéricos, se conmueven cada vez que aparece un nuevo depredador de Pachamama, que es la madre tierra, la diosa Gaia. Es decir, cada vez que nace un ser humano. Es decir, que
la nueva religión exige reducir el número de seres humamos sobre su faz y como resulta complicado forzar el suicidio colectivo prefieren asesinar a los no nacidos, que no protestan.
Que
nazcan menos infantes, especialmente en los países pobres,
que ya se sabe que estos pobres ignorantes no hacen más que procrear.
Y claro,
Gaia es una diosa cruel, un ídolo que exige constantes sacrificios. Por ejemplo, la mayor riqueza del pobre son los hijos,
y luego exige continuos sacrificios… del contribuyente para pagarle a los ricos sus energías verdes. Esto debe ser lo que llaman
responsabilidad social corporativa.
Esto está degenerando en pura histeria verde. La tierra piensa pero, al parecer, los terrícolas no.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com