• Un mundo sin vitalidad, es decir, sin vida.
  • La marca de esa modernidad es la eugenesia.
  • Y eso nos lleva a la desaparición paulatina de la raza humana. Por consunción.
  • La pureza se ha convertido en mera higiene, el pensamiento en asepticismo.
  • Y la línea de la vida, siempre curva, se nos hecho línea recta de sepulcro.
  • Con una medicina que no nos ha alargado la vida, sino la vejez.
  • Y con dietas de agua que nos han reblandecido las meninges hasta convertirnos en seres acuosos.
  • No es casualidad que la modernidad haya cambiado el tabú del sexo por el tabú de la muerte.
  • La muerte ni se menciona. Es de mal gusto.
Nos hemos convertido eneugenistas, es decir, en fabricantes de eunucos. Es la marca de fábrica de la modernidad; un mundo sin vitalidad, incapaz de procrear. La pureza se convierte en mera higiene, el pensamiento en asepticismo y la asimetría de lo vivo en la línea recta de los sepulcros. Y, cómo no, el sabor fuerte, embriagador del vino, en el incoloro, indoloro e insípido ser del agua. ¡Malditos bebedores de agua! Con una medicina que no nos ha alargado la vida sino la vejez, y con unas dietas de aguas que han reblandecido las meninges hasta convertirnos en seres acuosos. La nota que marca a esta sociedad de eunucos bebedores de agua, de los nacidos de fecundación in vitro en lugar de una sana coyunda es la misma sociedad del lujo sin risa, un invento de la modernidad que convirtió las tradiciones en modas y la sonrisa en mueca. Somos incapaces de la felicidad porque somos incapaces y de arriesgar. Y todo este miedo a la vida es lo que ha hecho que la modernidad, la progresía, haya cambiado el tabú del sexo, tan criticado por ella como liberación, por el tabú de la muerte. El progre de hoy habla menos de la muerte que el victoriano de anteayer de las faldas de las señoras. Y es que el puritanismo decimonónico tenía miedo al sexo porque lo consideraba algo sucio. El hombre del siglo XXI le tiene miedo a la muerte y con ello a la vida. Lo dicho, la modernidad, el progresismo, nos ha convertido en una sociedad de eunucos, incapaces de procrear: ni hijos ni ideas. Eulogio López eulogio@hispanidad.com