- Rajoy se niega a ser un 'desecho sacrificado'.
- Ya se sabe que uno no puede arrepentirse por el prójimo.
- Y no se marcha a casa por apego al cargo sino por patriotismo.
- ¿Qué sería de la política española sin Mariano Rajoy Brey? No me atrevo ni a pensarlo.
Ciudades de la antigüedad. Ante una calamidad pública, pongamos la peste, un individuo se prestaba a ser sacrificado a los dioses a cambio de vivir a cuerpo de rey durante una temporada.
Llegado el día, todo el mundo le apostrofaba, era el desecho insultado, el desecho sacrificado. De esta manera, se conjuraba la mala leche de los dioses.
¿Cruel? Sí. ¿Estúpido? No exactamente, dado que partía de la idea de una divinidad que impartía justicia y que si castigaba al género humano, por algo sería. Pero pierdan toda esperanza.
Mariano Rajoy se niega a ser un desecho sacrificial: no se va a marchar a casa. Y la verdad es que tiene su parte de razón: de algunos asientos no puedes levantarte, so riesgo de encontrarlos ocupados cuando vuelvas.
No se rasguen las vestiduras. A fin de cuentas, el
pecado es individual, no colectivo. Un hombre puede rezar por los demás, a través de los vasos comunicantes conocidos en el Credo como la comunión de los santos.
Se lo explico de otra forma: un hombre puede perdonar a otro pero no puede arrepentirse por otro. Es una consecuencia lógica de la
libertad: individual e intransferible.
Pero aquí tenemos al
hombre nuevo, a Mariano, impasible el ademán.
Naturalmente, no se queda por apego al cargo: se queda para continuar salvando a España. Y tiene un
nuevo hombre de confianza: Guindos.
¿Qué sería de la
política española sin Mariano Rajoy Brey? No quiero ni pensarlo.
¿Que por qué no se marchan el resto, el trío que, junto a Mariano, completa la
Banda de los Cuatro? Me alegro de que me hagan esa pregunta.
Patéticos, los cuatro resultan patéticos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com