Cartel de la Policía Municipal de Madrid en una parada de autobús.
Los cinco sindicatos de la Policía Municipal de Madrid están en pie de guerra con el Ayuntamiento gobernado por Manuela Carmena. Sobre la mesa, el nuevo convenio colectivo que aún no se ha aprobado después de más de cinco meses de negociación. Y la gota que ha colmado el vaso ha sido, según los sindicatos, el intento por parte del concejal de seguridad, Javier Barbero, de mantener la prolongación de la jornada laboral y la suspensión de los descansos semanales.
El desencuentro entre Policía y Ayuntamiento ha desembocado en medidas y movilizaciones de los sindicatos. Y las reivindicaciones están muy bien, pero no justifican el juego sucio que ha emprendido amenazando con carteles a los ciudadanos y a los turistas. Y más aún en vísperas de la temporada estival, momento en el que España en general y Madrid en particular se juegan mucho.
Efectivamente, empapelar lugares emblemáticos de la ciudad con la frase “la policía no puede garantizar su seguridad”, en ocho idiomas, no va en contra de Manuela Carmena ni de su concejal Barbero. Va en contra de todos los madrileños y del resto de españoles.
No todo vale para firmar un convenio. Ni tan siquiera con un gobierno municipal, el de Podemos, que ha perseguido a la policía municipal por razones ideológicas. La policía, la que sea, no gusta.