- El atentado contra el turismo en Estambul no es más que la punta del iceberg de la violencia en Turquía.
- Erdogan financia al Estado Islámico, bombea refugiados incómodos hacia Europa y machaca a los kurdos.
- Es decir, a todo aquel que respete la libertad religiosa.
Recep T. Erdogan (
en la imagen), presidente turco, uno de nuestros peores ciudadanos globales, quiere ser califa, emir o sultán, indistintamente, de la nueva Turquía.
En España le calificaríamos de centrista: puede ser tan fanático musulmán como cualquiera pero también disfrazarse de occidental, como suele vestir cuando le interesa aparecer como un gran líder mundial.
Erdogan es quien bombea emigrantes sirios, turcos o iraquíes, igual le da, hacia Europa. Es el mismo
fundamentalista islámico que quiere entrar en la UE, el mismo que ha apoyado al
Estado Islámico al tiempo que acoge a los cazas de la OTAN en sus bases.
Erdogan
machaca a los kurdos, a
Bashar Al Asad, y a todo aquel que se le ponga por delante. De buena gana se aliaría con el Estado Islámico sólo que no puede: el
ISIS es como la CUP: no sabe lo que quiere y dispara contra todos.
Su obsesión es entrar en Europa e islamizar Europa. Afortunadamente,
todavía hay gente con sentido común en el Viejo Occidente pero cada vez son menos.
Ahora sufre un atentado contra sus intereses turísticos. En el Sureste, los kurdos, que saben de qué tipo de mala pieza estamos hablando, no le perdonan.
El único que le anima es ese desastre con patas es el presidente norteamericano,
Barack Obama. Su antecesor,
George Bush metió la pata con la invasión de Irak y Obama ha convertido la
Primavera árabe en el infierno musulmán, sólo que se niega a reconocerlo. Entre sus no reconocimientos, el más grave es Turquía, luego Arabia Saudí
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com