- Perdonar es divino, ceder es ser inmisericorde con Dios.
- Y el problema no es el divorcio, sino el divorciado de segunda ronda.
- ¿Por qué tiene que ceder Dios en el sacrilegio y no el hombre en su pecado?
- ¿Estamos en el inicio de la abominación de la Desolación?
Decíamos ayer que la inminente segunda parte del
Sínodo de la Familia más parece el Sínodo de la confusión. No, no he dicho que este sea el papado de la confusión, aunque percibo una somera falta de claridad en las ideas de muchos… y hasta de muchas, ¡oh, sí! Las palabras del Papa Francisco sólo precisaban hermenéutica.
Con el noble fin de esclarecer las meninges –divertir instruyendo, es nuestro lema- me permitiré, no enseñar, eso nunca, sino plantear unas preguntitas de nada, siete, para ser exactos, pues doctores tiene la Iglesia que, a buen seguro, me sabrán responder:
- ¿Qué ocurrirá si un famoso, conocido por vivir en situación irregular, aprovecha las palabra del Papa para acercarse a recibir la comunión del mismo Papa? O sea, verbigracia, ¿si pasamos de la teoría entredicha a la práctica? ¿Optamos por el hombre o por Dios?
- ¿Qué pasará si eso mismo ocurre, y me parece inevitable, con un obispo o un sacerdote cualquiera, que se verán obligados a negarle la Eucaristía al susodicho famoso? Y si no se la niegan, ¿cómo será interpretado?
- La pregunta más importante y más olvidada de todas. Hablamos de que los divorciados en segunda ronda deben ser acogidos con misericordia. ¿Y qué pasa con la misericordia para con Dios? No oigo hablar de ello. Para entendernos: cuando alguien se acerca a la Eucaristía no es ese alguien quien le está haciendo un favor a Dios, sino precisamente al revés. Cristo se anonada hasta dejarse ingerir por el hombre para hacer realidad aquello de "por Cristo con Él y en Él". Este último Él es el más relevante.
- El divorciado en segunda ronda –la segunda ronda es lo importante- que comulga en situación irregular, ¿no se está tragando su propia condenación? ¿Debemos animarle a tragarse su propia condenación?.
- ¿Por qué el Sínodo habla siempre en negativo? Por ejemplo, el gran problema de la Eucaristía hoy es que son pocos, incluso en la Iglesia, que parecen creer que en las especies eucarísticas se encuentra el mismo Dios. Si no, no se comportarían como se comportan. Labor pedagógica de un Sínodo sería, por ejemplo, instar a recibir al Santísimo de rodillas y en la boca. A lo mejor así, valorábamos más la Eucaristía y dejaríamos de abrasarnos con faunos al borde del abismo. Esto es, dejaríamos de mariposear acerca de cuánto puede profanarse a la Eucaristía y si puede haber excepciones a la primera norma para recibir al Santísimo: estar en gracia de Dios.
Porque la misericordia es perdón, no cesión.
- ¿Lo que está pasando, ¿es el comienzo de la "abominación de la desolación erigida en el lugar santo (Mt 24, 15)"? Porque, oiga ¡qué acongoje!
- Si se generaliza el sacrilegio, ¿seguirá Dios regalando al hombre el prodigio eucarístico sin el cual el mundo no se sostiene en pie ni un par de minutos? ¿O comenzará entonces lo tantas veces profetizado, no especialmente agradable: el fin de la reserva eucarística, la reducción de la transustanciación y su reducción, así como el del culto eucarístico a una Iglesia de catacumbas?
No, no es que hoy me sienta especialmente alegre y quiera regalarles una tragedia telúrica en toda regla, pero el proceso iniciado con el Sínodo de la Familia en 2014 parece abocado a esto.
Unas preguntitas de nada, fruslerías, futesas.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com