- La razón es dogma de fe.
- La realidad es objetiva. Lo que ocurre es que la inteligencia humana no da para mucho.
- La última etapa de la razón es reconocer el misterio.
- El abandono de la fe no ha llevado a las masas a la razón sino a la superstición.
Decía Chesterton que no puede haber lucha alguna entre
fe y razón (entre fe y ciencia, si lo quieren traducido a la modernidad), entre otras cosas porque la razón es dogma de fe.
Y también decía que sólo conocía a dos tipos de personas. Los dogmáticos que saben que lo son y los dogmáticos que no saben que lo son.
Y ya metidos en harina, el periodista inglés añadía que la desgracia del hombre moderno "
no es que no crea en nada, es que se lo cree todo". Algo que le sirve a otro periodista, el italiano
Vittorio Messori (
en la imagen), para concluir: "El abandono de la fe no ha llevado a las masas a la razón sino a la superstición, no al ateísmo sino a la idolatría".
Con eso queda dicho todo, claro está, pero es que yo no le llego a
Chesterton a la altura del betún ni a
Messori a la altura del cerebro, entonces tengo que conformarme con jugar en
Segunda División y aportar lo que pueda. Por ejemplo, que los historiadores, no los curas, saben que su método llega hasta donde puede llegar y que la mayoría del pasado no lo pueden demostrar y, mucho menos, mostrar. Por eso, recurren a las reglas de oro sobre los límites de la historia. En plata,
para otorgar veracidad, los historiadores se conforman con estas tres premisas:
- Que sus autores sean sinceros.
- Que estén bien informados, o hayan podido estarlo, sobre los hechos referidos.
- Que sus conclusiones no ofendan al sentido común ni a otros datos o conocimientos históricos.
Ahora bien,
si reparan en ello, las tres condiciones implican confianza y subjetividad, es decir, las dos características que, más o menos acertadamente, atribuimos a la fe,
no a la razón ni a la ciencia. La realidad es, para el hombre, como un rompecabezas donde va insertando cada pieza según
el hueco con su espacio pero también en comparación con los demás.
¿Y
todo esto porque la realidad es subjetiva? No, todo esto porque el hombre es muy poquita cosa. ¿Cómo va a explicar el mundo si no puede dar razón de su existencia? Y aún así,
es la criatura más egregia del universo.
Pero no olvidemos a otro gran pensador, por lo demás, un científico de renombre, un tal
Blas Pascal: "La última etapa de la razón es reconocer el misterio; es aceptar, de un modo razonable, que hay muchas cosas que superan a la propia razón". Pero esa es otra historia.
¿De verdad hay tanta diferencia entre fe y razón? Empiezo a creer que no hay ninguna.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com