En el país del melodrama nadie renuncia a la puesta en escena, pero esta vez el Gobierno sociopodemita se ha pasado, empezando por el presidente, que ha convertido una grosería en el guión político de la Cumbre Europea de Praga. 

Bueno, Irene Montero fue mucho más honda y profunda: casos como este constituyen la raíz de su nueva ley de aborto, con educación sexual anexa para menores.

Los hechos: unos residentes del Colegio Mayor universitario de Madrid, Elías Ahuja,(de la Orden de San Agustín) con una cogorza de no te menees sueltan barbaridades -a cobarde distancia, por supuesto- a las colegialas del mayor de enfrente, Santa Mónica. Los unos gritaban que las iban a follar pero las otras respondían "queremos más". Y continúan las curiosidades: esta segunda parte, las lindezas de las chicas, se escucha en el vídeo pero no lo han recogido los medios, por ejemplo RTVE. ¿Por qué será?

Por cierto, doña Irene, escuchando la respuesta de las chicas del Santa Mónica, quizá debería usted instruirlas también... en educación, a secas. Señora Monterno ¿a quién debemos educar entonces, a los machistas o a las feministas?

Una grosería sin duda, pero convertirla en la cuestión política nacional, como ha hecho Pedro Sánchez, o utilizarlo como demostración fehaciente por parte de la ministra de Igualdad, Irene Montero, de lo muy necesaria que es la educación sexual en las escuelas -argumentación que, recuerden, le llevó a defender la pederastia- parece un tanto exagerado.

Muy importante, Santa Mónica era la madre de San Agustín. Digo yo que más que abrir una investigación policial debería analizarse el proceso de formación de la juventud de los padres agustinos, si es que queda alguno en sus colegios mayores.

Son progresistas, de acuerdo, algo rogelios, de acuerdo, rijosos, eso siempre, pero, además, ¿es necesario que sean tan cursis? Esto es una gamberrada de jovencitos borrachos, no una cuestión de interés nacional.

Y la guinda doña Irene, don Pedro y don íñigo, ahora son las propias alumnas 'ofendidas' las que defienden a sus compañeros varones: "Se trata de una práctica con tradición entre colegios mayores, de la que se ha creado una impresión de odio y machismo que no puede estar más lejos de la realidad. Desde siempre hemos sido dos colegios con muy buena relación, compartimos amistades con muchos de ellos y conocemos de primera mano sus valores y principios, ninguno de ellos con intención de realizar un discurso misógino ni muchos menos denigrarnos como mujeres".