Sr. Director:

La doctrina de Jesucristo es una línea recta que está perfectamente recogida en la Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio de la Iglesia. No existe ningún punto de convergencia con lo que se suele llamar “mundo”, mundanidad para entendernos. La doctrina de Jesucristo es límpida, inmaculada, sin mancha de ninguna especie. Por eso, tratar de alterarla es de una gravedad mayúscula. Y tal vez por eso, en determinadas circunstancias, está siendo atacada y pretendidamente tergiversada por falsos doctores que se dicen revestidos de autoridad, cuando en realidad carecen de lo uno y de lo otro: ni son doctores ni tienen autoridad. Nos narra el Evangelio que ante el viento huracanado y el fuerte oleaje de las aguas del mar los apóstoles temieron correr un grave peligro; entonces el Señor se dirigió a la tormenta embravecida para acallar su bravura: ¡Silencio, cállate! Y la calma volvió a la mar. La elección del Papa León XIV y sus primeras actuaciones están haciendo que determinados ambientes se hayan encrespado airados provocando alguna que otra ola. Pero su fuerza está amainando y desapareciendo porque es el Vice-Cristo de Dios en la tierra el que ha descubierto sus malévolas motivaciones y quien les ha gritado: ¡Silencio, cállate!