Sr. Director:
Cierto capitalismo basado en la codicia sin más límite que la ganancia como fin último corrompe cuanto toca: la religión, la cultura, la familia, la vida, el amor y el sexo. El capitalismo ultra tiene una sola aspiración: convertirlo todo en el estiércol del diablo, que es el dinero. Ya el viejo Marx vio en el capitalismo de su tiempo el agresor de la familia porque sólo la contempla como unidad de producción y de explotación.
El caso de la pornografía y la violencia es singular y bajo el sofisma de la libertad de expresión sin más límites que el capricho, el instinto y la ganancia, algunos medios de comunicación, han hecho de la pornografía y la violencia herramientas para ganar dinero corrompiendo a las personas especialmente a los más jóvenes e incluso niños. Cualquier intento de denunciar estos atropellos contra la dignidad de la persona humana, es considerado como reaccionario e inquisitorial, y los que defiende la pornografía y la violencia al no tener argumentos para defender que ambas son perversas en sí mismas porque degradan a las personas, que son utilizadas como objeto de placer y/o de ganancias, recurren al medio más ridículo y reaccionario, como es el insulto.
De los efectos que la violencia y la pornografía producen cada día sobre las mujeres, y los niños, especialmente, dan buena cuenta, y cada vez con más asiduidad, los medios de comunicación y demuestran un nivel de degradación, ante el cual la sociedad apenas reacciona acostumbrada como está a los crueles casos de violencia pornográfica o de pornografía violenta. La pornografía, el comercio del sexo mediante los los medios de comunicación, especialmente Internet y las redes sociales, supone la violación del derecho a la privacidad del cuerpo humano en su naturaleza masculina y femenina, una violencia que reduce la persona humana y el cuerpo humano a un objeto a un objeto anónimo destinado a ser utilizado con la única finalidad de satisfacer como sea los instintos más depravados. La violencia, por su parte, supone la presentación de todo aquello que excita los instintos humanos utilizando medios que hacen defensa de la fuerza física intensa ejercido de manera ofensiva y pasional.
Los partidarios de la pornografía y de la violencia las justifican con falsos argumentos basados en una interpretación bastarda de la libertad de expresión, aun cuando esto suponga que la sociedad paga un alto precio por garantizar la salud moral de los más jóvenes y del derecho a la intimidad y privacidad. Se llega a justificar la legalización de la pornografía como la mejor forma de extirpar sus nefastas consecuencias principalmente para las mujeres, los jóvenes y ahora también los niños. Detrás de todos estos pretextos para justificar el consumo de la pornografía y/o violencia sólo hay realmente una motivación: la ganancia y en lucro económico como sea. Si la pornografía, como la violencia no fuera una industria lucrativa no existirían. La pornografía siempre ha estado unida al crimen organizado. El problema de la pornografía y la violencia como formas de corromper a los más vulnerables exige no sólo medidas represivas sino educativas y preventivas. El legítimo derecho a la libertad de expresión, supone que no se puede ejercer atacando y despreciando los derechos de los niños, jóvenes y familias y atacando los valores esenciales de la vida. Es en la familia en donde se debe prevenir los efectos perniciosos que la pornografía y la violencia pueden producir n los adultos, sino muy principalmente en los más vulnerables como son los niños y los adolescentes, que con frecuencia viven en ambientes totalmente permisivos.