Sr. Director:

Como ha señalado recientemente Macron, un líder nada sospechoso, las democracias europeas necesitan que la dimensión religiosa sea un factor no privado, sino público. Cada vez es más evidente que los valores cívicos que fundamentan nuestra democracia no se mantienen por sí solos. Todas las propuestas de sentido, sometidas y traducidas a la racionalidad que exige la convivencia cívica en una sociedad plural, deben comparecer en el foro público para sostener la democracia. Esa es una de las razones por las que a todos nos conviene que haya asignatura de religión en los centros educativos.

La religión no quita nada a la laicidad, la defiende y garantiza. El peligro no es una hegemonía religiosa que nadie pretende sino un nihilismo que ya no tiene aprecio alguno por los fundamentos de nuestro sistema democrático.