Sr. Director:
Pienso ante todo en Francia, porque acabo de leer los resultados de una encuesta, pero el problema es general. Lo señalaba Ignacio Sotelo en El País, en un artículo titulado Un capitalismo sin alternativa.
Me recordó una vez más la perspicacia de Giulio Andreotti: vio claro que la caída del Muro traería problemas a la entonces sólida democracia cristiana italiana. La DC se había fortalecido en las elecciones del 18 de abril de 1948, al imponerse al frente popular. Y siguió avanzando a lo largo de los años en confrontación con el PC. Ninguno de los dos grandes partidos existe ya, quizá porque la batalla no afecta tanto a clases y estratos sociales, como a ideas y comportamientos éticos. La actual mayoría en torno a Renzi más bien parece fruto del clásico posibilismo italiano. Aquí, cada día notamos con más claridad la grave crisis en la que se encuentra el socialismo español. Nada que ver con el de los años 70 y 80 del pasado siglo.
El eurocomunismo fue el canto del cisne de los postulados marxistas. Pronto surgieron las terceras vías, de la mano de Tony Blair, y luego la fórmula del llamado -con aparente contradicción- socialismo liberal. Pero se manifestó enseguida la decepción, ante una casi imposibilidad del funcionamiento de sistemas políticos reales, apenas consistentes en una pugna por conseguir los puestos decisorios, siempre en dirección semejante, aunque las tomaran líderes de partidos diversos (adversos).
Distinto es el capitalismo chino, con sus peculiares procesos de fabricación industrial y cierto desprecio hacia las exigencias de un urbanismo moderno. Pero coincide con los demás sistemas en continuar creando desigualdades e injusticias sociales, con unas dosis de individualismo impensables para una sociedad aherrojada políticamente.
Pedro García
1936. Las siete salesas de Madrid: unas monjas santas asesinadas cobardemente por los milicianos
01/12/24 07:00