Sr. Director:
¿Y qué ocurrirá con las parejas gays y los divorciados?, se preguntarán algunos, que tenían la esperanza de que el moderno Papa abriese la mano a las diferentes opciones y situaciones.
Hemos de decir que la cosa, por ahora, queda como estaba, como no podía ser de otro modo. La Iglesia condena el pecado y ama al pecador. Pero no podemos pedirle a la Iglesia que, en virtud de ciertas tendencias propias de una civilización decadente, nos autorice a enamorarnos de la cabra del cobertizo, como le pasó al protagonista de ¿Quién es Silvia? Es el católico quien tiene que acatar la doctrina social de la Iglesia, y no al revés. La Iglesia no es un Ayuntamiento, ni un gobierno.
La Iglesia tiene que adaptarse a los tiempos en la forma, en todo aquello que no es esencial en su doctrina. Y además, debe defender sus verdades con mayor firmeza y valentía, más allá de los púlpitos, las sacristías y los grupos de catequesis. Ojalá los obispos regresen a sus diócesis imbuidos del espíritu del papa Francisco. Muy moderno, sí; revolucionario, también. Pero si hay cosas innegociables deben decirse y no nadar en la ambigüedad. Hay que librar la batalla en la prensa; sin complejos, sin esconderse, sin miedo. La noticia más importante de los últimos dos mil años es el nacimiento de Cristo y su mensaje. Y hoy, esta noticia sigue siendo de máxima actualidad. ¡Y la más importante!
Xus D Madrid