Sr. Director:

Leo en un medio de comunicación la declaración de monseñor Luis Argüello, secretario general de la Conferencia Episcopal Española, con motivo de la situación provocada por los talibanes en Afganistán. Dice así: “Afganistán pone de manifiesto la inconsistencia del elogio relativista de las “culturas”. No todas merecen el mismo respeto “multicultural”, han de ser valoradas por su servicio a la dignidad radical y universal de la persona: a su vida, conciencia, libertad religiosa e igualdad”. 

Monseñor, este texto es muy relativo, y hay que darle una aplicación real. Los talibanes tienen una ideología radical, extremista, de eso no hay duda, pero monseñor, ¿tiene respeto el estado democrático liberal, hijo de la Revolución Francesa y apoyado por muchos miembros de la jerarquía y clero católico establecido en España y en Europa con millones y millones de asesinatos de los seres más indefensos e inocentes en el vientre de sus madres? Soy católico a “machamartillo”, como decía el ilustre santanderino Marcelino Menéndez y Pelayo, y he conocido una España y Europa que eran cristianas y ahora son paganas.

No se puede escurrir el bulto y echar la culpa a los demás, porque la Iglesia Católica está descafeinada, mundanizada, desacralizada. Los talibanes serán peligrosos, pero más peligroso es que un católico se condene porque la Iglesia Católica se ha olvidado de Dios, y no habla ni del pecado, ni de la Gracia, ni del cielo, ni del infierno, ni de lo trascendente, etc. Y muchos fieles la están abandonando. Quiero terminar con unas frases que la Santísima Virgen dijo en el último mensaje de Garabandal: “Muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas”. Estos sí que son peligrosos, porque si un talibán me asesina por ser cristiano, me está abriendo las puertas del cielo.