El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo
Sr. Director:
Por decisión de Podemos, con Ángel Gabilondo a la cabeza de las acusaciones como Defensor del Pueblo, se intenta juzgar los abusos de sacerdotes en España. Gabilondo es ex - religioso corazonista y fue profesor en un Colegio privado de la Orden. Por la posibilidad de no tener independencia de criterio en los casos de abusos de frailes ( incluso puede haber resentimiento oculto), Gabilondo no es persona idónea para ese juicio. Por otra parte, la pederastia existe y ha existido en otros ámbitos y con mayor incidencia que en personas del clero. ¿ Por qué juzgar sólo a la Iglesia? Además, no es el sitio propio.
Hay algo muy claro: la Iglesia, con sus enseñanzas, ajustadas a la verdad y la justicia, al bien y la belleza, no ha sembrado podredumbre en ningún miembro del clero; todo lo contrario: ha enseñado la virtud de la castidad, el respeto y el amor al prójimo, particularmente a los más vulnerable y necesitados. Por tanto, no se puede achacar a la Iglesia la conducta mundanizada y desviada de su norma, de algunos sacerdotes y religiosos. La Iglesia no es culpable, sino los abusadores, con nombre y apellidos, y, por omisión, aquellos obispos que, sabiéndolo, no hayan actuado con contundencia (“Para vergüenza vuestra lo digo. ¿ Acaso no hay entre vosotros algún hombre sabio que pueda juzgar entre sus hermanos”? 1 Corintios 6:5).
No es la Iglesia la que debe pagar a las víctimas, sino sus verdugos y los que pudieran ser culpables por omisión. Es frívolo, interesado e injusto dilapidar bienes de la Iglesia para resarcir a unas víctimas que Ella no ha creado. La Jerarquía eclesiástica debe custodiar el patrimonio de la Iglesia, que proviene de donaciones del pueblo fiel.
En otros campos, por ejemplo en el de la enseñanza estatal o el Deporte, ¿quiénes pagan por los abusos? ¿Acaso es el Ministerio de Educación? Y si los culpables tienen sus bolsillos vacíos, pagan con la cárcel (lo mismo sucede en el campo de la medicina).
La mayoría de los curas pederastas han fallecido; en la actualidad, son pocos entre los eclesiásticos. Como las estadísticas no dan para el escándalo, recurren, sibilinamente, a la suma de un pasado hasta cincuenta y setenta años atrás ( la mayoría de los abusadores difuntos y otros muy viejos que no pueden defenderse de calumnias, que existen y más cuando se trata de dineros). Mediante estas campañas, se intenta hacer daño a la Iglesia, arrebatarle su buen nombre y hasta sus bienes, y acallarla para que no denuncie las injusticias del crimen del aborto y la eutanasia, y la perversión sexual de los niños.
Agradezco a la Iglesia por su labor extraordinaria a favor de todos, sin excluir a nadie, y la admiro por sus enseñanzas y ejemplos de virtud en los santos y en tantísimos sacerdotes buenos. La Iglesia hace y ha hecho un bien inmenso al mundo.