Sr. Director:
Hubo un tiempo no lejano, en que los gurús de las doctrinas materialistas y progresistas se sentían llamados a liberarnos de la «alienante y uniformadora moral burguesa occidental», y veían al Estado como un enemigo a combatir, en defensa de la autonomía individual y social, la diversidad cultural y la libertad de conciencia, opinión, etc. Para ellos, las leyes de aquellos Estados, «instrumentos de la explotación capitalista», podían ser ignoradas e incluso desobedecidas; los valores de la Educación, socavados y ridiculizados; la Historia que estudiábamos, sustituida por otra nueva de interpretación más abierta y plural; y en fin, la «rígida y castrante sociedad burguesa», reemplazada por otra de principios y valores más flexibles y tolerantes. Pero pasó el tiempo... Y cuando los herederos de aquellos profetas tan críticos, accedieron a los gobiernos de los omnipotentes Estados actuales, les faltó tiempo para imponernos férreamente sus innumerables leyes, su Educación de dogmas progresistas, su Historia monocromáticamente sectaria y su invasivo Estado, dispuesto a penetrar en el último rincón de los hogares y hasta en las conciencias infantiles por encima de los padres. Y manifestar oposición a todo lo anterior, puede ya constituir delito.