Sr. Director:
En la festividad de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Santísima Virgen, se celebra el día de la vida. La vida de un cristiano es una lucha diaria por defender a Dios y su honra y gloria. Y esta condición es la que me obliga a que todos los días tenga que estar proclamando estas verdades viendo el deterioro que padecen. Hay muchas organizaciones admirables y dignas de toda alabanza en defensa de la vida y de los derechos de los cristianos; se pide la abolición de la ley del aborto y de otras leyes inmorales. Pero soy anciano y he vivido en otra sociedad e Iglesia Católica totalmente distintas. Todas las leyes que ahora lamentamos y de las cuales pedimos su eliminación, antes, con el sistema que había estaban prohibidas. Y llegado aquí no salgo de mi asombro. Si el nacionalcatolicismo tenía prohibidas esas leyes, ¿Qué es lo que pedían los demócratas de toda la vida aquellos miembros de la Jerarquía y clero católico? ¿Por qué no se respetaron las leyes que había? Todavía estoy esperando que alguien reconozca que lo hicimos mal. Esta democracia liberal es diabólica como lo atestiguan los acontecimientos que padecemos. Por tanto este sistema no vale; tenemos que recuperar nuestra identidad como nación católica y para eso es imprescindible la conversión y tiene que empezar la Iglesia Católica a volver a lo sagrado, a lo divino, a lo trascendente, sobre todo el culto a la Divina Eucaristía desacralizada y advertir a los fieles que no todo vale, que una cosa es la libertad y otra el libertinaje; que tenemos que ser miembros activos de la Iglesia y que nuestra vocación es la santidad. Esa conversión es imprescindible para que recuperemos una fe fuerte y combatiente para que Cristo verdadero Dios y hombre, el único Salvador, sea amado y adorado, y no olvidemos que solamente Él puede dar sentido a nuestra vida y que estamos creados por Dios para la eternidad y ser felices eternamente-