Durante el año que ha acabado se ha producido una deflación en los precios de los alimentos.
Ante esta situación nos preguntamos: ¿Qué papel juega aquí el productor-proveedor agricultor o ganadero? Pues poco. Si hay que juzgar por las veces en las que se le citó en el Congreso de AECOC celebrado a finales de año, ninguno. Prácticamente no cuenta o, lo que es peor, se le da por descontado.
La caída de los precios de la alimentación, debida a la fuerte competencia entre los eslabones intermedios de la cadena y a la reducción al máximo de sus márgenes, afectan de lleno a los proveedores más débiles y menos organizados, que no pueden hacer nada para evitar involucrarse en estas cruentas batallas. Sobre todo cuando su oferta de alimentos es de producto de temporada y perecedera.
Al final, la deflación de precios es una espiral y una vorágine destructiva de la que es difícil salir. Las víctimas son, en primer lugar, los productores (agricultores y ganaderos), que aguantarán hasta donde puedan y hasta decir basta, pero luego vendrán algunas industrias alimentarias, que se quedarán sin materia prima suficiente o tendrán que pagar mucho más cara para conseguirla.
Y la distribución también sufrirá lo suyo, porque aún vendiendo, solo hasta cierto punto, más volumen, ingresará mucho menos. Último eslabón de la cadena.
Domingo Martínez Madrid