Tras sucesivos intentos electorales, Podemos consiguió aquel año el cielo de la mayoría absoluta y el ansiado Gobierno.
Y como una de sus más reiteradas promesas fuera establecer un avanzado laicismo, dirigió sus primeras leyes a una nueva regulación de la Semana Santa; mas conociendo que la fiesta constituía en nuestro país una fuente irrenunciable de ingresos cuya eliminación les hubiera resultado muy perjudicial, pretendió conciliar a todos y todas.
Una primera ley impuso que las catedrales habrían de ser compartidas con los musulmanes, en compensación por la expulsión que padecieron siglos ha; y que por respeto a ellos ninguna cofradía podría hacer ya su estación de penitencia por el recinto doblemente sagrado.
Así que se dispusieron nuevos itinerarios procesionales para las hermandades, dedicadas ahora a animar las zonas de mayor interés turístico mediante una creativa y directa participación de los visitantes foráneos en cada evento. Por considerarlo contrario al pacifismo y al laicismo se suprimirían los uniformes de aspecto paramilitar en las bandas de música, exceptuando la boina chavista; como tampoco podría ya sonar a la salida o entrada de los pasos, el nuevo himno plurinacional federoestatal.
Y por último, para desactivar toda la carga religiosa que aún albergaba la festividad, se proclamaría una semana laica cultural alternativa que gozaría también de sus respectivas procesiones y pasos entronizando imágenes, incluidas las más blasfemas para los cristianos.
Por fin todo comenzaría a ser progresivamente avanzado, laicista y abierto a todas las culturas y religiones, creencias e increencias. Aunque no dejó de sorprender que fueran tan escasas las voces que se alzaron contra todo aquello, y que aun desde la Iglesia y las Cofradías no fueran pocos los que abrazaron alegremente los cambios, afirmando que ahora sí que se trataba de una Semana Santa sincera y auténtica, plural y diversa... Dispuestos a cualquier cosa si les concedían la indulgencia de sobrevivir.
Miguel Ángel Loma Pérez