No puede ser, por ejemplo, que Willie Walsh, Sánchez Galán, Meirás o Alierta ganen más de ocho millones de euros cada uno, por mucho que aporten a sus empresas, o que Cebrián se embolse más de dos millones por presidir un grupo 'quebrado'.
Estamos asistiendo estos días al desfile de remuneraciones de los consejeros -ejecutivos y no ejecutivos- de las empresas que cotizan en bolsa y hemos constatado que algunos sueldos son desmesuradamente altos.
Por ejemplo, no es admisible que el consejero delegado de IAG (British Airways, Iberia, Vueling y Aer Lingus), Willie Walsh, gane 9,7 millones de euros, o que la remuneración del presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán (en la imagen) alcance los 9,5 millones.
No puede ser, aunque la empresa haya logrado todos los objetivos habidos y por haber. Es injustificable. Oiga, si la compañía ha obtenido unos excelentes resultados y ha culminado con éxito todos los retos, reparta ese beneficio, no sólo entre los accionistas, sino también entre los empleados.
Y, por supuesto, lo que es aún más reprochable es que un ejecutivo reciba millones al mismo tiempo que despide a sus empleados. El ejemplo más clamoroso, el de Juan Luis Cebrián, que en 2011 se embolsó 8,2 millones de euros mientras PRISA registró pérdidas históricas de 451 millones y había en marcha un ERE que afectaba a 2.500 trabajadores del grupo.
Hispanidad
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13/12/24 16:58