El trabajador que se cree propietario de su puesto de trabajo (en ocasiones, porque, de hecho, lo es), el que más cobra y el que menos horas mete, el que impone su criterio (por ejemplo, sobre contratación de nuevos colegas) a la dirección, en definitiva, el privilegiado, también es el más protestón, porque utiliza el chantaje como medio de reivindicación.Es lo que ocurría -antes- con los pilotos de Iberia, con los maquinistas de RENFE… y ahora todavía ocurre con los estibadores portuarios.Por los puertos salen las exportaciones, así que les basta con meterte el miedo en el cuerpo para extorsionarte. Y es cierto que es mucho el daño que todavía pueden hacer, pero está claro que aquí no cabe negociación posible. La única forma es terminar con el poder de los sindicatos.Hispanidadredaccion@hispanidad.com