Tampoco es un Estado. Si lo fuera, sería el más ineficiente del mundo. Ni un qué. Si acaso, un quién. Creo que en otras ocasiones ya hemos hablado en Hispanidad del párroco del templo madrileño Beata Ana María Mogas (en la imagen), Jorge González. Recientemente, en una homilía se refería a la pasada reunión de movimientos en el Vaticano. Entrevista de uno de los representantes de estos movimientos con el Papa Francisco. Repetía continuamente las palabras paz y justicia y ni una sola vez -según el párroco González- el entrevistador citó a Jesucristo. Igualito, igualito, hubiesen hecho en la ONU. Esto no pasa porque sí: don Jorge se marchó de delegado de Cáritas porque aquello se parecía más a Podemos que a Cáritas. Vamos, que Cristo no aparecía por ningún lado. Y al final, la conclusión del párroco sabio: no hay forma de cambiar en el mundo si no cambiamos cada uno y si ese cambio no significa introducir a Cristo en nuestras vidas. Y es que la barca de Pedro se mantiene apoyada en esos viejos párrocos de huesos duros. Lógico, González es un tipo capaz de albergar en su parroquia un economato para los pobres y un capital de adoración perpetua del Santísimo. Unidad en lo fundamental. ¿Comprenden? La Iglesia no es una ONG. Hispanidad redaccion@hispanidad.com