A Juan Carlos I se le llevan los demonios ante la pereza de su hijo, el actual monarca, Felipe VI. Ni el separatismo catalán, ni un país que no logra formar gobierno provoca el esperado dinamismo de un Jefe del Estado. Felipe VI (en la imagen junto a su padre) no conoce a nadie y lo peor es que no quiere conocer a nadie y, sobre todo, lo que no quiere es mojarse. Es el perfecto don Tancredo. Juan Carlos I cayó porque se movía demasiado, pero tampoco hay que pasarse al otro extremo. Hispanidad redaccion@hispanidad.com