Escuchen el más famoso villancico italiano, Tu scendi dalle stelle, algo así como El Descenso de la estrella (aquí la traducción al castellano), del que el glorioso Verdi decía que sin ese villancico... no habría Navidad en Italia. Es en esa copla navideña cuando se dice aquello de "Cuanto te costó amarme", y como siempre, la profundidad se muestra sencilla y compleja, mientras la frivolidad y la vulgaridad que nos rodean son siempre simples y encima complicadas, ferozmente horteras.  

Luego está lo del viejo proverbio latino "Honores mutant mores". Con las glorias se olvidan las memorias y nace la ingratitud, sobre todo respecto a quienes te han ayudado a subir permaneciendo en un segundo plano. No sé por qué esto me recuerda a algunos personajes, no ya de la vida política española, sino también de la económica. 

En cualquier caso, lo que no entendemos del mundo del siglo XXI, en el que lo que pasa es que no sabemos lo que nos pasa, quizás tenga que ver con esto: con que el amor duele. Amar es sencillo pero no simple, amar cuesta sangre. Como decía un navarro ribero más bruto que un arado, pero sabio a su manera: "todo en el amor es triste pero, a pesar de ser triste, es lo mejor que existe". 

Cristo nos dio ejemplo: le costó mucho amarnos. Tuvo que anonadarse en su Encarnación, haciéndose uno de nosotros, que, sinceramente, no somos una gran cosa y tuvo que sufrir en la cruz. Unos 2.000 años después peregrina por el mundo en busca de correspondencia a su gesto, aunque la correspondencia se quede en mera gratitud. Y si no lo encuentra es porque el amor, con mayúscula, es sólo para quienes están dispuestos a afrontar el dolor. 

Apéndice: el amor es dolor pero no destrucción. Pedro Salinas, buen cirujano del alma, no fue capaz de entender que el dolor de amor no destruye al hombre sino que lo procrea. Ahí falló el gran poeta del 27.

Amar vale la pena pero cuidado con el éxito. Para los prohombres, el amor se vuelve un objetivo casi imposible, porque... con las glorias se olvidan las memorias.