La chulería de los proetarras de Batasuna está sembrada en el muy abonado terreno de Rodríguez Zapatero, un hombre sólo obsesionado con aislar al Partido Popular y mantenerse en el poder durante un cuarto de siglo. Los nacionalistas vacos y catalanes, así como los proetarras, saben que si algo tiene Zapatero es que cede. Por eso adoptan esa actitud chulesca, y presentan una mesa de negociación formada por personajes que se resumen en cuatro apartados: terrorismo no arrepentido, montaraz y soberbio; autodeterminación, ruptura de la legalidad y anexión de Navarra antes de que los navarros puedan manifestarse (y el resto de los vacos y de los españoles también).
Lo paradójico, más grotesco que gracioso, es que Zapatero aborda este llamado proceso de paz justo en el momento en que le adversario, tanto el nacionalismo violento como el pacífico, estaba a punto de tirar la toalla. ETA estaba a punto de ser vencida, no en cuestión de años, sino de meses, no porque la Justicia y la policía funcionen bien -que algo ayuda-, sino porque estamos en el siglo XXI y una generación de jóvenes euskaldunes criados entre alcanfor es incapaz de soportar la dureza de la vida en la clandestinidad. ETA se estaba disolviendo porque no tenía asesinos lo suficientemente curtidos como para soportar la vida de topos que arrastraban. Y justo cuando estaban dispuestos a enarbolar bandera blanca, Zapatero cede y les otorga un protagonismo que nunca hubieran soñado.
Y, políticamente, Zapatero cede cuando al nacionalismo vasco, tan anticuado, tan tonto, le quedaba una generación, no más, de vida. La globalización va arrasar y no siempre para bien, que conste- con posturas boinardas, y entre todos los nacionalismos españoles, el más boinardo es el nacionalismo vasco. Los catalanes han aprendido que sólo saliendo fuera pueden ser grandes y que, en un mundo globalizado, más grande es la cola del león que la cabeza del ratón. Y justo en ese momento, Zapatero cede.
Este chico es de lo más inoportuno. Mejor, anacrónico.
Eulogio López