Dicen los periodistas británicos que una noticia no puede darse por cierta hasta que no es desmentida oficialmente por la oficina del Primer Ministro. Si el número 10 de Dawning Street lo niega oficialmente, entonces ya puede darse por cierta. Lo mismo sucede con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea, ambos organismos fieles paladines de la globalización, que se han empeñado en que en el mundo no exista otra cosa que sociedades anónimas (SA). Cualquier otra forma de propiedad es lamentable, obsoleta y casi fascista. No es broma, un consejero de Corporación MAPFRE, tras la información de Hispanidad en contra de la trasformación de esta compañía de seguros de mutua a sociedad anónima me advirtió que las mutuas eran propias del franquismo. Pues bien, volviendo a las cajas, el ex vicepresidente económico de José María Aznar se ha empeñado en conseguir desde Washington lo que no consiguió desde Madrid, así pues insiste -again- en que los poseedores de cuotas participativas de cajas de ahorros deben tener derecho de voto, es una forma de decir: no te llames sociedad anónima pero actúa como si lo fueras. Ni que decir tiene que si los cuota-partícipes dispusieran de derecho de voto no se conformarían con una cuota de poder residual.
Desde Bruselas el ataque es más prosaico, más directo y más vulgar: el Reino Unido ya privatizó sus cajas, al igual que Italia y en Francia, el sector no representa nada. Toda la banca europea está compuesta por Sociedades Anónimas salvo los importantes sectores de cajas españolas y alemanas. Pero, miren ustedes por donde, resulta que a Bruselas le molesta, en el fondo una caja es una mutua y si el Tribunal Constitucional no tuviera esa tendencia hortera a inventarse nuevas catalogaciones seguiría hablando de entidades mutuales. El beneficio de estas entidades reporta sobre todo a la Sociedad y sobre todo compiten con las SA en concreto con los bancos, no para empatar el partido sino para ganarlo.
Los muy liberales partidarios de que todo en esta vida sean sociedades anónimas no pueden permitir que existan las Cajas, recordemos el esquema simplificado de la actual estructura de la empresa: el capitalismo afirma que la empresa debe ser de los accionistas mientras que el socialismo, en vías de extinción teórica que no práctica afirma que la empresa debe pertenecer al Estado o a sus trabajadores, la tercera vía la de las mutuas o cajas de ahorros defiende que en la empresa deben mandar los clientes. El FMI o Bruselas y casi todo el mundillo financiero aseguran que tal cosa no ocurre y que, por ejemplo, en las Cajas no mandan los impositores sino los políticos. Tienen toda la razón, es la perversión del sistema mutual, de la misma forma que en las empresas socialistas no mandan ni los trabajadores, ni el Estado responsable del bien común sino el gobierno de turno. De la misma forma que en el esquema capitalista no mandan los accionistas sino los directivos esos señores que no tienen otras acciones que las que les ha regalado la empresa y que se otorgan sus propias retribuciones a costa de los accionistas. Y es que los sistemas no hay que valorarlos según sus perversiones sino según sus correctas aplicaciones.
Y así este ferviente convencido de la propiedad privada, pero de la propiedad privada particular considera que si ha de elegir entre uno de los tres sistemas se queda de entrada con el sistema mutual que es el que más directamente colabora al bien común y el que menos favorece la especulación pero reparen en que ese sistema mutual no representa ni el 5% de ese tejido industrial controlado, precisamente, por los otros dos sistemas per, miren ustedes por donde al FMI le molesta ese 5%.
Eulogio López