Esto es para los que dicen que el salario de un ejecutivo no puede calificarse de alto ni de bajo, depende de lo que aporta a la empresa. Pues miren, aquí tienen a un señor que ha decidido cobrar 80.000 euros brutos al año siendo él su propio jefe y que sus verdaderas ganancias procedan de lo que él ha conseguido, de su propiedad privada, donde cobra exactamente lo mismo que si usted lector compra mañana en bolsa una acción de OHL, según la proporción.
Ahora comparen el sueldo de Villar Mir con el del Alfredo Sáenz, Ignacio Galán, Francisco González, Antonio Brufau, Borja Prado, etc., todos ellos empleados, que no propietarios, de sus empresas, es decir que disponen del dinero de los demás.
Fue vicepresidente económico del primer Gobierno democrático, y cuando le oyes hablar sientes una sensación desconocida en macroeconomía: le entiendes.
Y, de postre, no se avergüenza de ser cristiano. Es más, en la torre de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid se ha permitido instalar una capilla, el sagrario más alto de la ciudad de Madrid, donde se dice misa cada día.
Juan Miguel Villar Mir: un ejemplo para todos.
Eulogio López
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