Como madre de niños pequeños, estoy preocupada por la asignatura llamada Educación para la Ciudadanía que este Gobierno va a imponer como obligatoria en los colegios.
En ella, aparte de otras muchas mentiras, nuestros hijos estudiarán que la homosexualidad es una opción. Desde el momento de la concepción, el ser humano está dotado de una identidad sexual que no ha elegido, por lo tanto, no es opcional. El Gobierno impone a nuestros niños el estudio de un compendio de mentiras que distorsionan la realidad que les rodea, que creará confusión allá donde antes no la había, y del cual se tendrán que examinar. El valioso tiempo que perderán para meterse en la mollera tales disparates nadie podrá devolvérselo, ni siquiera aquellos que, en su sano juicio, decidan un día suprimir esta frustrante asignatura del programa educativo.
Los padres no tenemos por qué pagar tan caro los complejos de este Gobierno que, en un arranque de tolerancia, nos impone sus ideas como obligatorias sin derecho a réplica ni discusión. A la vez que esto ocurre, nos intentan suprimir la religión católica, asignatura que ayuda a formar a la persona, sin riesgo de perjuicio alguno, sino todo lo contrario : no hay mayor educación para la ciudadanía que enseñar a cumplir cada uno de los diez mandamientos.
Apelo, pues, a esa tolerancia y esa predisposición al diálogo de las que tanto hace gala Zapatero, y le insto a que someta a referéndum la obligatoriedad de esta asignatura. Tal vez, es que los padres somos un estorbo en sus planes de formar personas sin capacidad de pensar con claridad, y así poder manejarlas con mayor facilidad. No, eso sería un plan casi diabólico...
Patricia Bausá Cardellach
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