Sr. Director:
Acabo de leer su artículo sobre Garabandal. Me ha emocionado. Tengo 63 años, y en mi primera juventud conocí y seguí lo de Garabandal.

 

Todo parecía indicar que la transformación de las niñas en las apariciones, al menos "carecía de explicación natural".

En ello creían en aquel entonces un maravillosos médico catalán, verdadero padre del  movimiento pro-vida en España, Honorio Sanjuan, ya con el Señor, y personajes como, por ejemplo, Mercedes Salisachs, que creo que luego dejó de creer en ello, no estoy seguro, aunque lo importante es que es persona de profunda fe. Yo, que no era nadie, también lo acepté y creí. Los mensajes eran irreprochables.

El día 13 de agosto de 1968, bastante tiempo después de que cesaran las apariciones, fui

con mis padres a Garabandal. En 'los pinos' recé con ellos el rosario, lo que era excepcional,

pues en mi familia, como en muchas familias normales, no había tradición de rezar juntos.

Había algo que mis padres no sabían: yo estaba hecho un lío, a mis 21 años recién estrenados, no sabía si tenía vocación al sacerdocio o no, y no sabía por dónde tirar. Por otro lado, las chicas que conocía, universitarias como yo la mayoría, estaban  tan lejos del Dios con el que yo había topado hacía tres años, que veía imposible cualquier relación con ellas.

En mi interior le pedí a María que me sacara de mi desorientación, concretamente le pedí, lo recuerdo perfectamente:

- ¡María!, ¡muéstrame el sentido de mi vida!

Al día siguiente, en un remoto rincón de Castilla, llamado Duruelo de la

Sierra, a donde mi padre iba a comprar madera, conocí a una chica que me asombró porque apenas hablaba, pero cuando lo hacía era certera, muchacha de la que me enamoré perdidamente desde el primer instante, con la que construimos nuestra relación por carta,  viéndonos tres veces al año, por períodos muy breves, con la que me casé ante Dios dos años y medio después, que forma parte fundamental del sentido de mi vida, y me ayuda a encontrar la parte del sentido que viene de Dios.

¿Creo en las apariciones de Garabandal? Creo que sí. Pero de lo que sí  estoy seguro es de que María, en Garabandal, después de uno de los pocos rosarios de mi vida rezados con mis padres, en el cual le hice un ruego, petición, tan intensa como confiada, me concedió la

percepción del 'sentido', presentándome a una persona que, a través del sacramento del

matrimonio, ha sido y sigue siendo signo del amor de Dios para mí. Es curioso, ese fue, para mí, el milagro de Garabandal.

Alberto Piñero Guilamany