¡¡Iruindarrak, gora sanferminak!¡Vivan las fiestas de San Fermín!. Fueron las palabras del concejal de Aralar, Javier Eskubi, desde el balcón central de la Casa Consistorial de Pamplona al prender la mecha del cohete que abrió este mediodía las fiestas de la capital navarra.
Seguidamente, la alcaldesa, Yolanda Barcina, de forma espontánea y sin acordarlo con el edil, también lanzó unas palabras a los pamploneses con la fórmula tradicional de ¡Viva San Fermín, Gora San Fermín!.
En tan sucintos términos nos cuenta la agencia Europa Press lo que ha ocurrido a mediodía del jueves 6 de julio. El trasfondo es conocido por todos los navarros. Resulta que el concejal de Aralar, Javier Eskubi (no confundir Scooby Doo) es agnóstico y se ha visto obligado a advertir de su incapacidad metafísica para vitorear a un santo. Las consecuencias psico-fisiológicas que podrían derivarse de tamaña incoherencia han llevado a aralaniano munícipe a emplear el eufemismo que glorifica las fiestas, pero no al santo patrón de las susodichas fechas.
Es importante que valoren los muchos matices que implica la loable actitud de Scooby-Doo. En primer lugar, como agnóstico no significa otra cosa que ignorante, nuestro edil no podía saber que vitoreando a San Fermín no elogiaba a santo alguno, porque todo parece indicar que el bueno de San Fermín no existió jamás. Pero, aunque hubiese existido, el pobre Scooby se las debe de ver en figurillas en su vida diaria. Por ejemplo, no podrá despedirse de los suyos con el tradicional Adiós, dado que no está seguro de su existencia. Le recomendamos que adopte el viril saludo miliciano de los años 30 ¡Salud y República!. Otrosí prefiero no pensar que nuestro buen edil viva en Pamplona, ciudad a la que representa. Ni por un momento sospecho que habite en los barrios de San Juan, San Pedro y San Jorge, este último, asiduo votante de opciones euskaldunas como Aralar. Desde luego les está vedado Pío XII, la plaza de la Asunción, la Virgen de Ujué, alejémonos también de la céntrica calle de San Ignacio y de barriadas enteras dedicadas a advocaciones marianas, referencias eucarísiticas, catequéticas o papales. En plata, el pobre Scooby no va a poder ni andar por Pamplona, ni tan siquiera para tomarse unos potes (unos vasos de vino) en San Nicolás.
A estos progres les ocurre lo mismo que a los editorialistas de El País: consideran que la Iglesia es una estafa y los cristianos una legión de cretinos que creen en quimeras y chaladuras varias. Sin embargo, ¡oh gran arcano de los misterios!, dedican miles de horas a desvelar las contradicciones del Vaticano, los entresijos de derecho Canónico y las quisicosas de la liturgia. ¡Menos mal que no creen en Cristo que si creyeran!.
De cualquier forma, todo esto le pasa al bueno de Scooby por ser un hortera, y es que en esta vida se puede ser amante creyente o ser ateo recalcitrante, pero lo de calificarse como agnóstico es una mariconada de mucho cuidado. A fin de cuentas, si no tiene ni idea sobre si Dios existe o no existe, ¿qué problema hay en vitorear a San Fermín?
Eulogio López