Valga mi felicitación al director y participantes en la película Un Dios prohibido, presente, desde mediados de junio, en cines de muchas ciudades españolas.
Impresiona el dramatismo de los hechos, que parecen realizarse ante el espectador. Extraordinaria, también, la fuerza del amor en una chica enamorada. Retrata la historia del martirio, en Barbastro (1936), del Obispo, del gitano El Pelé y de la comunidad de Claretianos al comienzo de la Guerra Civil (fueron beatificados en 1992), vilmente asesinados a causa de su Fe, por el odio desatado en la izquierda radical contra lo sagrado.
Ninguno estaba implicado en política, y los jóvenes sólo anhelaban prepararse para servir mejor a los pobres y difundir el Evangelio allende los mares. Esos hombres de paz, "profetas del amor y la esperanza", fueron cantando al martirio, tras perdonar a sus fanáticos y crueles enemigos.
Me pregunto si pedirán perdón los jefes de los seguidores de la misma ideología; sería lo único capaz de garantizar la no repetición de atrocidades semejantes. Pienso que los mártires son un ejemplo, sobre todo, para los cristianos sin fuste, incapaces de mojarse por su Fe, inhibidos por el miedo al odio enemigo renacido de sus cenizas: temen ser ridiculizados, rechazados, calumniados o sufrir el vacío, nuevas formas de martirio en la España actual.
Josefa Romo