Esta es la historia de un español, de buena familia, que lleva más de una década en la India, bueno, ahora está en Nepal

Se dedica a recoger niñas huérfanas en India y enseñarles un oficio. Se financiaba con los productos que enseña a fabricar a las niñas para que aprendan un oficio pero, sobre todo, con donaciones de amigos suyos españoles. La cosa iba bien. Tan bien que las autoridades del país emergente, modelo de crecimiento económico para un envejecido Occidente, especialmente para la viejísima Europa, decidieron que, si la cosa iba tan bien, debía ser convenientemente gravada con impuestos: le advirtieron que debería pagar un 40% -sí, han leído bien, el 40%- de todas las donaciones recibidas de España.

Se negó al muy legal robo y entonces comenzó a recibir amenazas. No del fisco indio, naturalmente, sino amenazas de muerte, sí de muerte, de las susodichas autoridades democráticas. Al final, ha tenido que huir a Nepal, donde espera poder continuar su obra.

¿Y este es el modelo que debe seguir Occidente? Miren ustedes, el problema es que el Oriente es panteísta mientras el Occidente es cristiano. Y puedes conseguir que el panteísmo genere crecimientos económicos envidiables pero sólo a costa de la explotación de los débiles, de salarios de miseria. Y entonces, ¿para qué quiero crecer?

Miren ustedes: hay que detener la globalización hasta que no sea posible competir con las mismas reglas. La regla básica consiste en valorar la propiedad privada y el trabajo. Este último, homologando el salario mínimo a nivel mundial. Porque no puede haber un mercado global con salarios tan dispares y con abusos orientales por parte del poderoso hacia el débil, sea aquél de naturaleza pública –Estado- o privada –mercados financieros y grandes corporaciones-. El objetivo último de la economía no es el crecimiento, sino el hombre.

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com