Caso real, acaecido en Madrid. Matrimonio con seis hijos. Un buen día, la madre se marcha de casa y le dejó con la prole -uno de los niños ya está emancipado- a su media naranja.

A los chicos no les hace mucha gracia que su madre les deje tirados por lo que el padre se ve obligado a defender a su esposa desertora.

Naturalmente, llegó la correspondiente demanda por -no lo adivinarían nunca- violencia de género. El padre nunca le había puesto la mano encima a la susodicha (personalmente yo le habría puesto el pié allá donde amargan los pepinos y se rompen los cestos, pero este tipo es mucho mejor persona que yo). Incluso convence a sus hijos para ir a visitar a mamá con una pancarta donde le piden que vuelva a casa, pancarta que ninguno de sus retoños estaba dispuesto a confeccionar. Todo en vano. La mujer no retira la denuncia y, a falta de lesiones que mostrar, alude a la indemostrable e inmensa violencia psicológica.

Más pior, que dijo el labriego. El Estado entra en acción. La Guardia Civil entra en acción y la esposa, delante de todos sus hijos, al padre y se lo lleva preso. Sí, delante de sus hijos. Explican que ese es el procedimiento legal: ante la mera denuncia de malos tratos, sin parte de lesiones ni prueba alguna, se detiene al esposo y se reintegra a la denunciante al hogar, que para eso es suyo.

De hecho, los hijos, varios adolescentes, le dicen a los agentes que como su madre vuelva deben permitirle la entrada y otorgarle el bastón de mando. El fiel servidor de la ley mostrenca, les explica que así lo determina la ley. La perpetradora de falsa denuncia que ha abandonado el hogar sustituye a quien ha sido llevado de él, esposado y sin posibilidad de defenderse. La que ha hecho mutis por el foro y vive ahora con quien le paga sus caprichos triunfa, mientras el expulsado del hogar, esposo delante de sus hijos como un criminal, pasa 24 horas en el calabozo.

Al final, los amigos le convencieron de que contratara a un abogado para que, al menos, conste una denuncia por abandono de hogar. Se resiste nuestro hombre, porque no quiere hacer daño a su media naranja (ya les he dicho que es más bueno que yo).

A partir de ahí se repetirá la antigua farsa: la voz de los chavales no será escuchada y la juez de violencia de género dejará a otro padre sin hijos y en la ruina, sino es condenado a pena de prisión, que no me extrañaría nada. A fin de cuentas, los juzgados de violencia de género, tomados por las feministas y pagados por todos, están para eso: para condenar varones y ejecutar la venganza de las féminas sobre la atávica tiranía machista, que se remonta al caudillo Viriato y aún a épocas pretéritas. Una justicia que encarcela sin pruebas. Además, aunque se demuestre la falsedad de la denuncia a la bastarda que la ha perpetrado se irá de rositas. Es un chollo denunciar por malos tratos. 

Lo peor de todo es que cuando comenté el caso con otros amigos no parecieron muy impresionados. Pero, hombre, me dice uno, lo de este señor no es tan grave. ¿Sólo 24 horas en prisión? Los hay que se han pasado meses, antes y después de la condena. Conozco a uno que lleva meses ingresado en una planta psiquiátrica porque su señora esposa aseguró que estaba loco y la jueza consideró que una mujer no puede mentir ni necesita probar sus acusaciones. Los psiquiatras dicen que está cuerdo, pero muchos psiquiatras son hombres. No, la mujer no miente, que para eso es mujer. Lo de tu amigo es una fruslería. Nada, que mi relato pareció menor.

Insisto: el Zapaterismo, con el apoyo entusiasta del muy progresista Partido Popular, ha puesto en marcha una legislación inicua que va a provocar más violencia contra las mujeres, violencia física generada por tanta injusticia contra el varón, que utiliza el arma que tiene a su disposición: la fuerza bruta. La violencia psicológica, por el contrario, es practicada por ambos sexos, especialmente por la mujer.

Eulogio López

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