Ahora la gente adora el pasado, aquellos felices tiempos en los que las cuentas de familias, empresas y Estado salían adelante y nadie se preocupaba de la prima del señor Riesgo.
Fenómenos como el de la globalización, Europa, o el hambre en el mundo están pasando a un segundo plano en las preocupaciones y ocupaciones populares. Incluso la ecología, único mandamiento de tanto panteísta aficionado, está retrocediendo.
Ahora bien, ojo, porque lo propio del cristiano tampoco es el pasado que ya está muerto, ni el futuro, que un niño en las rodillas de los dioses, sino el presente, que es el único punto donde el tiempo coincide con la eternidad, donde concluyen el mundo y el reino de Dios.
Pero, en el entretanto, la gente siente nostalgia. La verdad es que no me extraña.
Eulogio López
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