No sólo es Somalia. El mundo mediático occidental no deja de hablar de Somalia, un país dominado por fanáticos musulmanes y por bandas de piratas, a las que Occidente, en lugar de zurrar la badana, que es lo que deberían haber hecho, se ha dedicado a pagar rescates a quienes tiranizan al pueblo somalí. Los inocentes no mueren de hambre en Somalia por la sequía, eso solo es el desencadenante- sino porque es un país dominado por la violencia de los piratas y la tiranía de los islámicos. Ambos factores han destruido la familia y, con la familia, la economía, con la economía, los más débiles mueren de hambre.
Y, al igual que ocurre con la crisis financiera, frente a las hambrunas sólo caben dos soluciones: la urgente y la importante. La urgente, dar de comer al hambriento. Operación difícil, por no haber puesto orden en Somalia y que, encima, pilla cansado al ayudante, a Occidente, enrocado en sí mismo por el paro creciente. Es igual, hay que ser generoso.
En segundo lugar, Occidente sí debe colaborar en la paz en Somalia y en la reconstrucción del país. Hasta ahora en el África negra la mayor aportación ha venido de los misioneros cristianos, que son los que trabajan a pie de obra, ahora bien, la recuperación agrícola, que es la clave, de Somalia, el olvidado Sudán del Sur (olvidado por cristiano), Etiopía y Eritrea sólo será posible si Estados Unidos y Europa dejan de cerrar campos de cultivo y de subvencionar a sus agricultores en detrimento del Tercer Mundo. En otras palabras, si abandonan las mencionadas normativas Farm Act y PAC. Lo que conlleva todo un cambio de modelo económico: pasar de subvencionar por no producir a producir sin subvencionar. Nada menos.
Eulogio López
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