El vicepresidente se hace de rogar: sólo acepta seguir si tiene el mando real sobre todo el equipo económico, incluyendo a la poderosa titular de Vivienda, Carme Chacón y, naturalmente, a la Oficina Económica de Moncloa. Solbes no ha dudado en pedirle a ZP que rectifique las promesas electorales como la subida del salario mínimo o las ayudas a la vivienda. Caldera pierde otra oportunidad de ser vicepresidente. El titular de Trabajo, aún más enfadado que la Oficina Económica con la ratificación del responsable de Finanzas

A las 4 de la madrugada del 14 de marzo de 2004, en una chalé adosado de un pueblo-dormitorio de las afueras de Madrid, Jesús Caldera bramaba en hebreo contra su hasta entonces amigo, José Luis Rodríguez Zapatero, quien ya le había advertido que él no sería vicepresidente, cargo que reservaba a una mujer, Teresa Fernández de la Vega, y a Pedro Solbes quien, además, vía Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos, resultaría ser el superior inmediato de don Jesús.

Caldera consideraba entonces, y considera ahora, que él era el brazo derecho de ZP, el hombre que más había hecho para auparle hasta la Secretaría general del PSOE y un portavoz parlamentario notable. Política y personalmente, pues fue el salmantino quien le buscó al leonés otro adosado bien cercano al suyo para que la familia Rodríguez pudiera trasladarse a Madrid. De hecho, no cabe duda que tanto él como Trinidad Jiménez -Zapatero comenzó a ser conocido en el PSOE como miembro del "Grupo de la Trini"- se sienten preteridos por su antiguo colega.

Cuatro años después el problema es otro. En el PSOE, y en todos los sitios, cuentan con la llegada de la crisis económica, y ZP, que ya tenía previsto prescindir de Solbes y cambiarlo por Miguel Sebastián, cree que necesita la buena imagen de Solbes en la derecha económica para medrar. Y los planteamientos para afrontar la crisis de don Pedro no coinciden con los del aparato del partido o con los del propio Caldera. Para Solbes, la clave está en la acostumbrada receta de píldoras amargas: nada de gasto social y mantener el superávit de las cuentas públicas, los salarios bajos y los impuestos altos. Es más, si el partido quiere luchar contra el cambio climático, clama Solbes, debe ser a costa de aumentar impuestos y tasas. Y no olvidemos que la presión fiscal española acaba de superar a la alemana.

En cualquier caso, las condiciones que Solbes le impone a ZP para seguir al frente del timón económico pasan por someter a su dominio los dos ministerios más rebeldes: el de Trabajo y Seguridad Social, que lleva Jesús Caldera, y el de Vivienda, a cargo de la poderosa Carme Chacón, a la que ZP quiere convertir en su brazo derecho en Cataluña y en su enlace con el PSC de Montilla, cada vez más distanciado de Ferraz.

A Solbes no le ha gustado el plan de vivienda de Chacón. La verdad es que no ha gustado a casi nadie, empezando por el propio director de la Oficina Económica, David Taguas, asimismo celoso del resurgir solbiano. Mientras, Vivienda, un Ministerio nacido para aumentar el gasto público si realmente quiere solucionar el problema de la carestía de la vivienda, estuvo en manos de María Antonia Trujillo, Solbes no le pasaba una, pero Chacón es muy consciente de su poder, y se permite el lujo de ir por libre.

Por de pronto, Solbes aconseja matizar la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) hasta los 800 euros -la idea clave de Caldera, quien además lidera el equipo encargado de forjar el programa electoral- o las ayudas a la vivienda. Y, sobre todo, sabedor que ZP está emocionado con el cambio climático y quiere convertirlo en su punta de lanza electora, Solbes advierte: la lucha contra el calentamiento global exigirá más tasas y más impuestos… justo cuando el PP ha prometido tipo cero para rentas inferiores a 16.000 euros anuales.

Una vez más, Caldera se ha quedado sin Vicepresidencia, dado que la futura, posible, Vicepresidencia de Desarrollo Sostenible, tampoco parece hecha para él.