No dejen de leerlo, porque demuestra cuál es el objetivo último tanto de la lucha contra el cambio climático como de la ideología de género: reducir la raza humana a su mínima expresión, anteponiendo la calidad de vida a la vida y, de paso, diciendo quién tiene derecho a vivir y quién no. Dicho de otra forma: que sólo queden los ricos y pudientes ingenieros de lo políticamente correcto, que es precisamente eso: feminismo, u odio a la vida; homosexualidad, u odio a la familia y ecopanteísmo, u odio al ser humano. Que esos fenómenos adquieran el nombre de aborto, homomonio o cambio climático es indiferente.
Lo explicaba muy bien Bill Clinton cuando se dedicaba al proselitismo de su fundación dedicada, preferentemente, a la escolarización de niñas. El ex presidente norteamericano explicaba -lo explicó en Moncloa ante Zapatero que se trataba de escolarizar a las niñas, no para que fueran más sabias, capaces y felices sino para que retrasaran su matrimonio y con él su maternidad... y con ello tuvieran menos hijos.
Ya saben: para erradicar la pobreza lo más rápido y eficaz es terminar con los pobres, una ecuación matemática. Porque esto es lo singular de las pocas contraceptivas que pregonan el terror que se avecina: piden, como explica el Informe del Instituto Efrat, la esterilización de los pobres, que no hacen más que parir. Sin embargo, nunca exigen a los ricos que se mutilen o simplemente se les niega a los ricos el derecho a tener hijos (que no es un derecho, sino un deber, pero muy apreciado a lo largo de la historia).
Eulogio López
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