Sí, está muy bien dotar al profesor de más autoridad, sobre todo si se trata de autoridad moral, que es ésa de la que no puede dotar un Estado, pero me parece un poco preocupante esto de que los padres se conviertan en los malos de la película.

La sociedad no se derrumbará porque los alumnos dejen de honrar a los profesores sino cuando los hijos dejen de honrar a los padres. Es más difícil ser progenitor que docente, porque el segundo es un profesional, cuyo deber termina con el horario laboral, mientras el primero trabaja sin paga 24 horas al día, 365 días al año.

Figúrense si resultará más arduo y temible que hay muchos más aspirantes a profesor pagado que a papá amateur.

Porque, vista la prensa de estos días, posteriores a la iniciativa de Esperanza Aguirre, uno diría que los malos de la película son los padres, seres violentos dedicados a sacudir mamporros a los profes con singular vehemencia.

Además, no es el profesor el que educa al niño. El colegio no es más que un conjunto de técnicos que colaboran con los verdaderos educadores, que son los que precisan toda la ayuda y apoyo, públicos o privados, y que reciben el nombre de padres. Un profesor es como un médico. El médico le plantea las alternativas para curarse pero es el paciente quien decide, aunque su decisión consiste en abandonarse en manos de quien posee más conocimientos técnicos. Pero el médico no puede decidir por él. Jamás. El padre decide cómo educa al niño y el profesor aplica los medios para conseguir los objetivos que deciden papá y mamá.  

Pero el padre no es el malo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com