Los hay que me llaman apocalíptico -mis hijos, sin ir más lejos- pero, al parecer, no soy el único. Si no, lean el artículo de monseñor Cañizares (en la imagen), en el diario La Razón. Es curioso, todo el mundo asegura eso: que la Iglesia vive "momentos cruciales". ¿Por qué cruciales Cañizares responde con palabras del propio Benedicto XVI: "Pero en este momento actual de la historia, el más hondo, vasto y auténtico problema es que 'Dios desaparece del horizonte de los hombres y con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos son cada vez más manifiestos'".

No parece que el anti-apocalíptico Benedicto XVI se quede corto a la hora de hablar de los efectos destructivos del alejamiento de Dios.

La cita del Papa emérito me recuerda a una maravilla editada por Homo Legens y a la que ya he hecho relación: Los Papeles Benjamín Benavides, probablemente la obra más genial del más genial argentino del siglo XX: el jesuita Leonardo Castellani. Su personaje principal es un judío recluido en un campo de internamiento en la Roma de la postguerra, un judío que interpreta el apocalipsis. Y es curioso porque el genio de Castellani, comparable en forma a cualquiera de los clásicos de nuestro Siglo de Oro, consigue que una novela de tesis -siempre un verdadero tostón- se convierta en algo divertido, que se sigue con entusiasmo.

Habla el bueno de Benjamín de las tres ranas, uno de los pasajes más complejos del libro de Patmos. Las dos primeras serían el liberalismo y el comunismo. La tercera sería el modernismo, "la herejía más radical y perfecta de todas… Técnicamente, los teólogos llaman modernismo a la herejía que condenó Pío X en la encíclica Pascendi, pero esa herejía no es más que el núcleo explícito y pedantesco de un impalpable y omnipresente espíritu que permea el mundo de hoy".

Modernismo no es más que el memorial de la serpiente: el hombre jugando a ser como Dios, sustituyendo a Dios. Es lo que Hilaire Belloc resumía con estas palabras: "La crueldad, más que la liviandad de costumbres, es la característica de la época que viene". Por lo demás, concluye Benavides, "la crueldad y la lujuria siempre andan juntas".

A mí, las palabras del Papa Ratzinger me retrotraen a ese modernismo que permea el mundo actual: Dios desaparece del horizonte humano y entonces, claro, desaparecido el Creador, el mundo se autodestruye en crueldad. Bueno, con su aditamento rijoso.

Si les parece raro piensen en el aborto, que, dentro de la categoría de crímenes, se sitúa en el primer nivel por la crueldad con el más indefenso e inocente, el concebido y no nacido. Y si hablan de lujuria, piensen en la pedofilia, una liviandad que nos perturba más que cualquier otra por su crueldad: mata la inocencia y se ceba con el inocente.

¿Y a pesar de ello sigo solicitando un Papa jocundo Más que nunca. Determinados niveles de crueldad sólo son posibles afrontarlos confiando en Cristo. Y la expresión de la confianza en la Providencia no es otra que la alegría.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com