El canciller alemán, Gerhard Schröder, defiende la armonización fiscal de los nuevos estados miembro de la Unión Europea como forma de combatir la deslocalización industrial. A su juicio, la migración empresarial obedece a un impuesto de sociedades que en los nuevos estados miembro se sitúa en una media del 20 por ciento, mientras que la media de la actual Unión Europea se sitúa en el 30 por ciento. "Los nuevos países deben de financiar sus infraestructuras con impuestos, no sólo con fondos comunitarios", señaló.
Además, Schröder acusó a las compañías que emigran buscando salarios y fiscalidad más confortables de "antipatriotas". Para que luego digan que el capital no tiene patria... Pero, lo que más molesta al canciller alemán es que la Federación alemana de Cámaras de Industria y Comercio haya hecho un llamamiento a la deslocalización. Una llamada, por cierto, parecida a la realizada hace algunas semanas por el presidente de la CEOE, José María Cuevas.
Sin embargo, sorprende que la Unión Europea se encuentre tan preocupada con la deslocalización hacia los países del Este, cuando la contingencia real se llama China, un país que crece al 9 por ciento anual, que invierte en I D y que destroza mercados gracias a una mano de obra ajena a los convenios de la OIT. Si a esto, le suman el pirateo industrial, la ausencia de royalties y el traspaso de tecnología podemos concluir que Occidente todavía no ha descubierto la dimensión del verdadero peligro amarillo.