Mis mejores amigos no me lo van a permitir: el Eulogio hablando bien de Emilio Botín. Pues sí: la verdad me obliga tanto como me fastidia. La famosa querella fiscal contra los dos hermanos Botín me parece interesada. Se trata de una querella preventiva. Trataré de explicarlo: regularizar 200 kilos sólo por una herencia arrastrada desde 1936, cuando estalla la guerra civil, significa que los Botín son mucho más ricos de lo que se deduce de su participación en el Santander.
Yo me apunto a esto de darle una toba al rico, especialmente si el rico es un banquero, pero no en los actuales términos. Resulta que la Agencia Tributaria reconoce que no le ha dado tiempo a investigar si la regularización está bien hecha y entonces, para que no prescriba, lo envía el fiscal. El fiscal, muy profesional, también anda muy ajetreado, por lo que se lo reenvía el juez. El juez reconoce en el auto que no tiene claro que haya que regularizarlo correctamente, porque quien debería investigarlo, la Agencia Tributaria, tampoco lo tiene claro, y que, por si las moscas, da curso a la demanda.
Oiga, ¿y no sería más lógico que la agencia cumpliera con su obligación y certificara si la regularización es correcta y, si no lo fuera, le hincara el rejón a los Botín y les exigiera pagar más, en lugar de acudir a esa judicialización preventiva?
Porque para el profano, estos matices sobran. Lo que las televisiones han vendido es que los Botín son investigados. Para el profano, los Botín serían unos choricetes que habrían estafado a Hacienda y ya está.
Mucho más grave fue lo de las cesiones de crédito. Ahí sí que había dolo porque sin la maquinaria del banco, no se podría haber dado aquella elusión fiscal.
Sin embargo, en aquel caso el Gobierno se volcó con el Santander y renunció a reclamar lo que le correspondía, dado que el damnificado era la propia Hacienda pública. Ahora, por contra, y a la espera del indulto de Alfredo Sáenz, la Agencia se considera agobiada de trabajo y decide pasear por el fango el nombre de los Botín. ¡Curioso!
Les hago una apuesta: la presunta evasión fiscal de los Botín quedará en nada, pero el prestigio de la familia quedará ligeramente deshecho. Con las cesiones de crédito, la Justicia debió condenar a Santander, es decir, a los Botín, y no lo hizo. Ahora debería proteger a los Botín… y no lo ha hecho.
En cualquier caso, Botín estaba nervioso. En su saludo a los periodistas, previo a la Junta, apenas quiso hablar del fallo judicial y una obviedad tremenda: se trata de una regularización y regularizar es muy bueno. Sí, pero sí se regulariza es porque algo ha ocurrido. Y ante la insistencia de los periodistas salió a escape.
Por cierto, esta regularización recupera la otra, la de Emilio Ybarra, en el BBVA. Quiso poner orden en las cuentas de su banco en un paraíso fiscal británico. Una irregularidad que él no había creado pero que pretendía remediar. Ya se sabe cómo acabó todo: Francisco González le denunció al Banco de España, controlado por sus amigos del PP, para hacerse con el poder en la entidad… y echar al 'arreglador', Emilio Ybarra.
Vamos con el precitado consejero delegado del Santander, convertido por Botín en la estrella de la Junta de Accionistas que se celebró durante la mañana del viernes en Santander. Decíamos ayer, que Alfredo Sáenz quiere irse. Está harto de esperar un indulto gubernamental que no llega, por su condena en el caso Olabarría Delclaux y que, esa condena le haya situado en una posición de debilidad. En otras palabras, que manda menos en el Santander que un gitano en un juzgado o que, sencillamente, manda menos que antes. En especial, Sáenz no soporta a los hermanos Rodríguez Inciarte, y a su hombre, Enrique García Candelas, responsable de banca al por menor. Exigió el apoyo explícito de Botín… y lo ha conseguido. Al primer accionista que planteó la cuestión, Botín le cortó en seco: "Alfredo Sáenz es el consejero delegado de la banca. Ha prestado servicios importantísimos al sistema financiero español y, desde 1994, al Banco Santander".
Pero la cosa no terminó ahí. Botín aclaró a la Junta que Sáenz comunicó al Consejo la sentencia y sus intenciones de recurrir y que este, previo informe de la Comisión de Retribuciones, decidió que no había razones para dimitir.
Hombre sí, don Emilio. Como le recordaron varios accionistas rebeldes, la norma dice que sí tiene que dimitir al haber sentencia firme del Supremo que, además, le condenaba a inhabilitación como banquero. Si está inhabilitado, ¿cómo puede ejercer?
La defensa de Sáenz por Botín respondía a la exigencia de este último y tenía dos destinatarios: el conjunto de los accionistas en primer lugar pero, sobre todo, el equipo directivo y, muy en especial, los hermanos Rodríguez Inciarte y Francisco Luzón, con esperanzas de sustituirle. El problema actual del Santander no es Botín, es Sáenz. Sáenz es imprescindible para Botín pero está muy quemado. Y por cierto, el indulto se retrasa: y es que el Gobierno, con el 15-M enfrente, no está como para indultar banqueros.
Y el 15-M llega a la Junta del Santander. Respingo en la Junta General. Aparece un jovencito con corbata que se dice portavoz del 15-M y convoca los presentes a una manifestación en el centro de Santander contra el sistema capitalista. Les cuenta a los accionistas pendientes del dividendo que "el mal aparece en nuestras ciudades". Mal que se concreta en la "búsqueda del beneficio particular", una codicia y un sistema que nos lleva al "colapso económico mundial", afirmación con la que, por cierto, el abajo firmante se muestra muy de acuerdo. El accionista que habló en la Junta representaba al 15-M original, el bueno, el que quiere transformar ese pecado social que es el capitalismo financiero y una economía especulativa y apalancada. Todavía sobrevive, porque el 15-M aguantó 48 horas ante de pervertirse, en decir, antes de caer en manos de okupas, feministas, lobby gay -sí, sodomitas, recuerden el ataque a Gallardón- y otros majaderos.
Y a todo esto, ¿qué ocurre con el banco? Pues que se va recuperando. Desde enero ha vuelto a crecer el margen financiero el olvidado negocio bancario que, tras cuatro años de crisis vuelve a ser lo que siempre ha sido y será: la clave del negocio.
¿Por qué, entonces, el mercado maltrata la cotización? Pues por los charcos del pasado y por la indefinición de la pirámide jerárquica en el presente, que Botín ha querido solucionar con un apoyo sin fisuras a Sáenz, justo lo que Sáenz le había exigido para seguir. Ana Patricia, deberá esperar… una vez más.
Posdata. Como en todas las juntas varios accionistas repudiaron la financiación de empresas de armamento. Botín no lo niega -o sea, que las financia- pero asegura tener muy en cuenta los aspectos sociales y medioambientales, que no financia bombas de racimo ni minas anti-persona, que… que sí, que financian armas.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com