José Antonio Alepuz, secretario general del Banco de España (BE), buen amigo y ex compañero en el Banco Mundial de Manuel Conthe, presidente de la CNMV, no está de acuerdo con la respuesta que el director general de Inspección del Banco de España, Pedro Pablo Villasante, proporcionó a Sacyr: ya saben, ni un sí ni un no. Alepuz comentó a un próximo que no fue consultado por el gobernador, Jaime Caruana, y que él tenía una opinión muy diferente.

Y es que la respuesta del supervisor ha empantanado el asalto de la constructora al banco y, además, intencionada o no, constituye un espaldarazo al actual presidente del BBVA, Francisco González. Dicho de otra forma, la actitud del BE, ambigua y equívoca, se carga la operación.

La pugna jurídica estriba en la complicada y retorcida normativa sobre control bancario, radicada en la Ley de Disciplina de Intervención del Banco de España 28/1998 de 29 de julio. Los artículos 56, 57 y 58 definen el papel del supervisor ante operaciones hostiles o entrada de inversores en el capital de un banco. Así, todo el mundo tiene claro que si compra un 5% del accionariado de una entidad, debe pedir permiso al Banco de España. Ahora bien, el párrafo II del artículo 56 especifica que, aunque no se alcance esa cantidad, también hay que solicitar el plácet del regulador en el caso de que se trate de una participación significativa, que permita al entrante ejercer una influencia loable en la entidad. Naturalmente, es difícil negar que la exigencia de tres consejeros no pueda ser calificada de notable. No nos engañemos: lo que Sacyr pretende es tomar el control de la gestión en BBVA.

Por tanto, según Alepuz, y según el todo Madrid, el Banco de España debía haberse pronunciado, con un sí o un no. Ojo, la ley ni tan siquiera obliga al regulador a dar la razón de su afirmación o de su negativa. Sin embargo, el Banco de España ha sentado un curioso precedente al afirmar que no piensa definirse.

Sacyr insiste, y el Banco de España también. Además, siempre tendrá un lapso de tres meses para hacerlo, tiempo suficiente para pudrir cualquier operación financiera.

Las razones que el Banco de España ha hecho correr entre los medios informativos resultan, cuando menos, curiosas. Por una parte, se asegura que Sacyr plantea la intención de hacerse con una porción del capital, pero que aún no lo tiene. Bien, supongo que el inspector no pretenderá que alguien adquiere nada menos que el 3% de un monstruo financiero y se arriesgue, después de esa inversión, a recibir un no y quedarse a cortar el cupón.

Pese a todo, Sacyr dice que no se retira de la pugna y que emplaza al Banco de España a que dé una respuesta. Al mismo tiempo, y como manifestara su representante durante la comida de consejeros delegados de la patronal bancaria AEB, celebrada el miércoles 1, en el BBVA ya han descorchado el champán y daban la victoria por segura. Es más, los equipos de imagen del banco difundieron la especie de que el presidente de Sacyr, Luis del Rivero, había pedido una entrevista con Francisco González. La verdad es que no es cierto. Además, aunque el vicepresidente económico, Pedro Solbes, anima, interesadamente, dicho sea de paso, a la negociación, la verdad es que esto es una lucha a muerte: no hay negociación posible y sí muchas posibilidades de que FG y Del Rivero, dos caracteres digamos un poco fuertes, acabasen la reunión sin darse la mano.

El vicepresidente Solbes afirma que el Gobierno no ha participado en la operación. La verdad es que él no lo ha hecho, y el asesor monclovita, Miguel Sebastián le ha mantenido al margen, lo que no deja de escocerle. La llamada de Solbes a la negociación entre las partes es un brindis al sol, pero, además, no deja de ser una advertencia a Sebastián para que deje de mover la silla a sus adversarios políticos o personales.

Eso sí, si Sacyr finalmente se retira, se habrá entronizado el sistema FG de gobernar un megabanco sin invertir un euro, pero, eso sí, con un fondo de pensiones que cerrará el año en más de 35 millones de euros, y despidiendo a todo aquel que pueda hacer sombra al omnipotente presidente.