Es un monstruo de la forma. Fondo no tiene, o más bien es un pozo sin fondo, pero el vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba es un genio: no es que venda bien la burra es que vende burra sin burra.
No está dispuesto el candidato a La Moncloa a perder el voto de la izquierda y el apoyo sindical. Antes prefiere que el empleo no despegue en España. Así, y aunque la vicepresidenta económica, Elena Salgado, preparaba una reforma laboral (otra más, tras la fallida de septiembre) con las principales reivindicaciones de los grandes empresarios.
Veamos: ya lo dijo en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del pasado viernes: se queda a 15 minutos de los sindicatos, más bien a diez. Rubalcaba impondrá reformita en la que exige a Salgado y al ministro de Trabajo, Valeriano Gómez -este sin mucho esfuerzo para cumplir la orden- a renunciar a lo siguiente:
No habrá despido subjetivo, es decir, libre, con 20 días de indemnización por año trabajado y un máximo de 12 meses. Tampoco habrá reducción y simplificación de los contratos actuales.
La ultraactividad seguirá, con lo que ante la falta de acuerdo se renovarán automáticamente las condiciones básicas del convenio vencido. No habrá descuelgue, o posibilidad de que una empresa se desentienda del convenio en vigor. Más: la movilidad funcional y la geográfica se quedan donde están, especialmente la segunda.
Además, apenas habrá modificaciones en el poder sindical en materia de negociación colectiva y los salarios seguirán referenciándose al IPC, no a la productividad.
El poder sindical continuará intacto y la única forma de reducir gastos consistirá en despedir trabajadores, más o menos bien pagados.
En definitiva, otra forma que no servirá para nada. Y, eso sí, los salarios en España continuarán bajo mínimos.
Es lógico, Rubalcaba necesita todos los votos posibles.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com