Decíamos ayer que la violencia aumenta en Occidente, una violencia irracional, apenas inteligible. Si de esto tiene la culpa la televisión, pregunten a los sociólogos, que tienen respuesta para todo. Servidor se declara incompetente.
Ahora bien, nada más publicar esas líneas me encuentro con el vídeo donde una adolescente ecuatoriana golpea a otra con saña salvaje. Con esa propensión del cobarde, la patea cuando está en el suelo, una y otra vez.
Otra amiga de la energúmena lo filma en vídeo para la posteridad, cuando, presa, supongo, de cierto reconcomio interior, exclama:
-¡Que la va a matar!
Una tercera miembro de la pandilla, gente dura, coriácea, sentencia:
-Pues que la mate.
Un equipo de Telemadrid acude al pueblo de autor. La chiquillería de la misma edad tiene una explicación muy lógica para lo ocurrido:
-Es algo que pasa cuando te metes con la chulita.
Está claro, lo que hay que hacer con los chulos y chulitas es dejarles campar a sus anchas y no meterse con ellos/as. No les miento: nunca había visto una generación que acepte, desde su más tierna y estúpida adolescencia, la jerarquía de mando con tamaña disciplina. Pero ojo, no la jerarquía de mando que se impone por su excelencia, sino la que marca la fuerza bruta. Al parecer, la rebeldía de la actual adolescencia es contra los mayores, físicamente menos poderosos y hacia la familia, es decir, la gente que no te va a abrir la cabeza porque siente por ti un cierto, y a veces injustificado, aprecio. Por lo demás, la adolescencia actual no parece rebelde, sino servilmente sumisa. A la ley de la selva, claro está, a los chulitos. En definitiva, a juzgar por el caso de la ecuatoriana apaleada, contamos con una adolescencia de rebeldía fácil y temerosa ante la fuerza bruta e insensible ante la debilidad. Lo que se dice, un mundo de valientes y corajudos héroes.
Pero no saben lo mejor. Luego vino la solemne declaración del responsable de una asociación dedicada a la integración de los ecuatorianos. Nuestro hombre, que dejó tiempo atrás la adolescencia, y hasta la juventud, nos confesaba, compungido, que "lo grave" es que el vídeo se hubiera difundido. Toda mi esperanza en que la salvación llegara del mundo maduro se vino abajo en ese momento.
Quedaba el universo institucional. Y no tardó en llegar su respuesta, que aunque sean funcionarios, la diplomacia funciona. Así, desde el mismísimo Gobierno de don Rafael Correa, se exigió a España una aclaración en toda regla: ¿Se trataba de un atentado racista? En cuanto se les comunicó que no, que se trataba de una adolescente ecuatoriana zurrando a otra adolescente ecuatoriana, en la muy revolucionaria Presidencia quiteña se quedaron de lo más tranquilos.
Que no, que la gente del siglo XXI no tiene miedo al terrorismo. Tampoco al delincuente. Sólo tiene miedo del otro, sobre todo si el otro es más fuerte. Es decir, todo el miedo al poder y ningún respeto a ningún tipo de autoridad. Esto es lo grave. Lo demás, lo de Ben Laden y compañía, es pura farfolla.
Por cierto, ¿qué habría que hacer con la chulita? ¿Y con sus padres? ¿Y con la camerawoman? ¿Y con la de "que la mate"? ¿Y con don Rafael Correa y su lucha contra el racismo español?
Eulogio López