¡Viva el lujo y quien lo trujo! El diario El País, que tiene posibles, ha enviado a Cristina Galindo de enviada especial a Varsovia, y el resultado ha sido tres cuartos de página con el siguiente titular: "La excepción moral de los Kaczynski", amenizado con el siguiente subtitulo. "Varsovia quiere excluir de la justicia europea a los polacos que ‘atenten' contra la familia".

Se lo ha currado Cristina. Tanto es así, que aún le ha dado tiempo para escribir un despiece con las dos entrevistas que ha publicado: la de una dependienta muy preocupada porque con los postulados cristianos del Gobierno "toda Europa se ríe de nosotros", y dos opiniones más: la de una representante del Partido Popular Europeo, que, bajo el definitivo argumento de que habla con taxistas, considera que a los hermanos Kaczynski "no les aguanta nadie" (razón por la cual han sido elegidos jefe del Estado y jefe del Gobierno). Los democristianos siempre han sido muy corajudos.

Galindo está abochornada de las cosas que ha visto en Varsovia. Como nada hay más práctico que una buena teoría, nos explica la onda conspirativa de los gemelos Lech y Jarosláw para introducir en la Carta de los Derechos Humanos una cláusula según la cual los polacos no tendrán que aceptar la legislación europea en distintos terrenos como, por ejemplo, la familia. Es decir, que los polacos – ¡¿serán miserables?!- no están dispuestos a aceptar que a sus escolares se les lave el cerebro para hacerles homosexuales o que a sus niños no nacidos se les asesine en el seno materno sin que nadie pueda ponerle coto. Y eso que en Polonia hay una ley de aborto similar a la española. La diferencia es que allí la aplican en serio y en el resto del Continente, especialmente en España, es un fraude de ley permanente, un coladero para mafias del crimen financiadas en buena parte por el sector público.

Cristina, que es muy inteligente, ha captado de inmediato la abominación Kaczynski, y ha decidido que eso es una "excepción moral" inadmisible y cavernícola.

No sólo eso. Cundo Cristina ha dicho basta, se ha rasgado las vestiduras –esperemos que no en sentido literal, que no están los tiempos para bromas- ha sido al conocer que los gemelitos polacos querrían colocar dicha cláusula en el Tratado ¡para todos los países de la UE!, lo que afortunadamente, fue abortado por humanistas de la talla de Rodríguez Zapatero, Tony Blair y Nicolas Sarkozy.

Porque, claro, como ya he comentado en estas pantallas, el problema de la Unión Europea es que no es un organismo democrático, sino una unidad supranacional autoritaria firmada por Estados-nación democráticos. Pequeña distinción que la progresía –que avanza decididamente hacia el manicomio- pretende obviar para, sólo es un ejemplo, imponer a los polacos el aborto y la homosexualidad, dos derechos por los que Cristina está dispuesta a dar la vida (la hacienda no, pero la vida, seguro). O sea, que los principios morales y sociales se pueden imponer desde un ente autocrático, como es la Conferencia de Presidentes, aprovechando que, en sus países respectivos, sí poseen el pedigrí democrático. Si lo de los hermanos Kaczynski es "excepción moral", los del resto de presidentes de la Unión debe de ser extrapolación democrática.

La confusión entre estados miembros democráticos y una Bruselas regida por principios autócratas da mucho de sí, y no sólo en los derechos de voto. Por ejemplo, mientras Cristina nos explicaba sus cuitas por la intolerable situación polaca, con unos gemelos retrógrados –lamentablemente elegidos democráticamente por su pueblo, que sin duda se ha equivocado-, en el Parlamento Europeo Daniel Cohn Bendit, Daniel el Rojo -quien desde que abandonó las algaradas universitarias del Mayo Francés por un sillón en el Europarlamento vive muchísimo mejor- resumía la situación con su brillantez habitual: "los ciudadanos polacos y los británicos tiene que tener los mismos derechos que el resto de los europeos". Lo cual recuerda vivamente la famosa frase cinematográfica de aquel oficial americano en la Japón de la posguerra. "A estos les hago yo demócratas aunque tenga que fusilarlos a todos". Traducido: a los polacos les obligamos a tragar con el aborto y el gaymonio aunque tengamos que fusilarles a los Kaczinski. De hecho, El País ya ha comenzado el proceso de fusilamiento a lo siglo XXI, o muerte pública por denigración permanente.

Argumento que puede calar en una Europa idiotizada por el relativismo imperante, pero no en una Polonia que sabe muchos de fusilamientos, de cámaras nazis y de torturas comunistas. Incluso antes. Polonia fue quien detuvo a los turcos a las puertas de Viena cuando estaban a punto de dominar Europa por el Este. Después de eso, a Polonia le hicieron desaparecer del mapa, y sólo resucitó como nación para detener -1920- al Ejército rojo de Trotski que pretendía arrasar toda Europa, desde el Vístula a Gibraltar y Sicilia, llamando a la revolución comunista mundial. Luego llegaron los nazis y, aunque Cristina quizás no lo sepa, el 18% de los polacos fue asesinado durante la II Guerra Mundial, seis millones de muertos y la más sangrienta represión hitleriana. Y luego vinieron los rusos, hasta que fueron los polacos quienes, a través de un tal Wojtila y de un sindicato llamado Solidaridad, en el que militaban los cavernícolas hermanos Kaczynski, nos libraron de la mayor tiranía de la modernidad: el socialismo comunista.

Así que Polonia no sólo está librando la batalla por la libertad en una Europa pútrida y decadente, sino que representa, a día de hoy, la última frontera de la civilización occidental, esto es, de la civilización cristiana. Por eso hay que crucificar a los Kaczynski.

Polonia está dando la batalla en Europa, así que es nuestro deber defenderla. ¡Qué viva Polonia! ¡Qué vivan los polacos! ¡Qué vivan los Kaczynski!

Eulogio López